Image: Salvar a los niños soldado

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Ensayo

Salvar a los niños soldado

Gervasio Sánchez. José Andrés-Gallego

16 diciembre, 2004 01:00

Debate. Barcelona, 2004. 237 págs, 18 euros

El mayor problema (y el más significativo) que puede tener este libro es que pase como un reportaje más acerca de los males del mundo, porque nos hallaríamos ante otra muestra de nuestra insensibilidad ante el mal.

También de nuestra propensión a mirar a otro lado, siendo así que es una de esas llamadas de atención -por cierto, fortísima- que obliga a clamar -no sólo a decir- que hay que hacer algo. Ya sé que los teóricos de la comunicación tienen probado que los humanos somos incapaces de recibir más noticias, cuando llegan a saturarnos. Pero no estoy seguro de que sea por eso por lo que salen en la pantalla y en la prensa, todos los días, la guerra de Iraq y la locura palestinoisraelí y, en cambio, no aparece la docena de guerras sanguinarias que asolan medio mundo. Gervasio Sánchez, notable fotoperiodista, ha escrito un libro extremadamente sobrio, ágil y claro. No hay moralina. Lo único que hay es un relato que permite llegar desde los que compran diamantes procedentes de Sierra Leona hasta las niñas que son raptadas como esclavas sexuales y a los niños que son iniciados en la guerrilla revolucionaria que, por razones divinas (!), se enfrenta a los gobernantes corruptos que facilitan el tráfico de diamantes. A un extremo están los diamantes (y eso tiene que ver con el Primer Mundo, o sea nuestro mundo) y, al otro, las niñas apaleadas para que aborten después de que los niños guerrilleros y sus jefes las han usado, así como los niños mutilados, sin manos -ni derecha ni izquierda- porque han intentado escapar o no se han portado como querían sus jefes. En medio, todo un sistema brutal de perversiones encadenadas. Y la conclusión: nuestros diamantes están ensangrentados y no podemos decir que lo ignoramos. Si la guerrilla lucha contra gobernantes corruptos, es porque hay intermediarios que los corrompen y empresarios que compran a los inter- mediarios. El final de esta espantosa cadena quizá nos queda cerca.

Al fondo, uno de tantos misioneros: un javeriano extremeño cuyos superiores destinaron en los años noventa a recoger a los niños y a las niñas que, en esas condiciones, escapan o son liberados y deben reincorporarse a una sociedad que ya no los recibe como los lloró cuando los raptaron. Decir uno de tantos misioneros cuando se habla de un joven que consume su vida de esa suerte es casi un eufemismo. No entiendo de leyes. Si entendiera, me preguntaría cómo es que se plantea en nuestros días si los jueces de un estado -por ejemplo, España- tienen jurisdicción universal, cuando se trata de derechos humanos, y todavía no ha habido un juez que inicie el procedimiento correspondiente para detener estos hechos. De arreglar -en lo poco que se puede- lo que ya se ha hecho, tendrán que hacerse cargo los miles de Chemas Caballeros que trabajan en áfrica.