Image: Ariadna y Penélope

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Ensayo

Ariadna y Penélope

Fernando Zalamea Traba

13 enero, 2005 01:00

Fernando Zalamea Traba

Premio Jovellanos. Nobel. Oviedo, 2004. 265 págs, 16’50 e.

La clave del libro se halla en los dos primeros capítulos, "Desorientación" y "Apocalipsis". El autor, un lógico y matemático con intereses enciclopédicos, especialmente en el campo de las artes plásticas y de la literatura, lleva a cabo un interesante y revelador diagnóstico del actual momento de nuestra cultura.

Su peculiaridad transversal le permite que esa prospección incumba tanto al universo de las ciencias como al mundo de las humanidades. En cierto modo se hace en el libro un balance general, global, sobre el carácter del saber y del hacer, o de ciencia y creación, que es propio de este cambio de siglo y milenio. En el siglo veinte, pero sobre todo en las últimas décadas -en las que se ha asumido la condición posmoderna- el paradigma analítico ha vencido de manera aplastante sobre cualquier amago de síntesis. Quizás porque lo dice alguien procedente del mundo de la lógica y de las matemáticas, no se percibe en su conclusión alegría alguna. Constata el inmenso progreso realizado en el campo de todas las ciencias, y el derroche de creatividad en el arte y en la literatura. Advierte de la alegre, y algo irresponsable, asunción de conceptos-fetiche de nuestra época, como pueden ser, por usarlos en forma binaria (y maniquea), lo particular (frente a todo intento de universalismo), lo local (contra lo global), lo singular (en referencia a cualquier generalización), la diferencia (respecto a la identidad). También el mestizaje. Así mismo pondera la red infinita -de información, de conocimiento- que siempre se teje y desteje (al modo del telar de Penélope). Todo lo cual configura un laberinto del mundo a escala gigantesca en la que no hay ya un único hilo de Ariadna. Hay muchos, que en cierto modo se enredan y se obstruyen unos con otros.

Como resultado de esa infinita red, que en el ámbito de la información y de la comunicación obtendría su confirmación más elocuente, el resultado no es triunfal, a juzgar por el autor de este libro. Por el contrario: se advierte una alarma contenida, una frustración galopante, un sentido crítico que en momentos álgidos del texto emerge de forma sorprendente. El resultado está reflejado en los títulos de los capítulos primeros que abren el libro: uno, expresión de la situación presente: desorientación. Otro, formulación de un temor respecto al futuro: apocalipsis. Lo dice alguien que procede del mundo de las ciencias más reveladoras de nuestro universo del saber: la lógica, las matemáticas. Y eso hace más convincente su alarmada prospección. Un ensayista que sin embargo posee, como se advierte en todo el texto, buen conocimiento de las artes plásticas y de la literatura del siglo veinte. Zalamea valora y sabe gozar en forma estremecida de una instalación como el Juicio Final de Anthony Caro, que es quizás lo más parecido al Guernica de Picasso, sólo que en la era de la posmodernidad, o en la década final del pasado siglo. El análisis de la composición de Caro es excelente; uno de los mejores momentos del libro.

Una necesidad se siente a través de todas sus páginas: la de trascender el paradigma analítico de nuestro universo de conocimiento en for-mas sintéticas nuevas. Este nuevo siglo y milenio, agotada una analítica tan particularizada como la propia del saber y del hacer de pasadas décadas, prepara quizás formas globales de pensamiento sintético. Sin ellas seguimos inmovilizados cuanto más creemos avanzar. O nos sentimos amenazados por horizonte de apocalipsis que presagian una nueva edad media. Es sintomático que en el libro casi todos los ejemplos de ciencia, filosofía y arte sean medievales (Ramon Llull, Beato de Liébana, Joaquín di Fiore) o del siglo XX (matemática de Riseman, teorema de Güdel, literatura de Musil, Kafka, Joyce, pinturas futuristas, Paul Klee, Caro.) Entre medio parece mediar el más completo vacío. Un buen libro en ocasiones algo reiterativo en el uso de expresiones como "red", "mixtura", o semejantes, y al que la facilidad de expresión lo vuelve en ocasiones reincidente. Un merecido premio, en cualquier caso. Tiene el gran mérito de una valoración distante y crítica del mundo de conocimiento y arte en que vivimos. La desorientación a la que se alude, la inmovilidad onírica y kafkiana que sucede por exceso de información y conocimiento, queda excelentemente reflejada en la impresionante red de referencias que compone el tejido del texto.