Retrato del artista en el destierro
Juan Pedro Quiñonero
20 enero, 2005 01:00Junto a la generosa evocación de recuerdos familiares, de los escenarios de su infancia (Totana, Murcia), del despertar a la pasión por la literatura y de los comienzos de su profesión periodística, los 40 capítulos del libro integran nostalgia, estilo e información. Por eso el principal valor de este Retrato radica en que deviene personalísima antología de crítica literaria. Es patente la sensibilidad sin fronteras de este español residente en París que siente debilidad por la literatura catalana, y que reforzó su vínculo con Mallorca hace pocos años al obtener el premio March Cencillo con Anales del Alba, una novela.
Quiñonero cultiva el párrafo largo, la abundante digresión en paréntesis, y se muestra algo alérgico a los puntos y seguido. Este discurso torrencial (de confesa adscripción benetiana) barniza su prosa de una modestia que no se corresponde con la emoción de lo que se cuenta. Llama la atención, que en un paréntesis pueda relatarse algo tan abrupto como que un hombre se pegó un tiro, como un rizo espumoso perdido en las olas de la corriente (pág. 107). Hay mucha bondad en este autor, incluso cuando revela su decepción. Cela plagió a Quiñonero en su Madera de Boj. Es bueno reivindicar los propios méritos cuando es obvio que el presente y la historia de la literatura insisten en hacerse el sordo.