Image: Auge y supervivencia de una cultura prohibida

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Ensayo

Auge y supervivencia de una cultura prohibida

Antonio Vilanova

17 marzo, 2005 01:00

Joan Maragall. A la derecha, Pla (arriba) y Salvador Espriu

Destino. Barcelona, 2005. 563 páginas, 25 euros

El catedrático emérito de la Universidad de Barcelona Antonio Vilanova, destacado especialista en materias tan dispares como el erasmismo y el Siglo de Oro, Góngora (sobre cuyo Polifemo versó su tesis doctoral dirigida por Dámaso Alonso), Fernando de Herrera, Clarín (de quien ha editado parte de su obra crítica), el siglo XIX español o la literatura contemporánea española acaba de reunir diversos ensayos sobre literatura catalana.

Vilanova ejerció desde 1950 a 1967 como crítico literario en el semanario barcelonés "Destino", y la mayor parte de las notas críticas que aquí figuran proceden de sus colaboraciones. No siempre es así. La que abre el libro, "Maragall y el 98, o Cataluña y la regeneración de España", es el texto de una conferencia. Otras proceden de la revista "ínsula" o del periódico "La Vanguardia", y los últimos del volumen, en catalán y en letra minúscula (?), son amplios ensayos de considerable erudición, artículos de homenaje sobre Costa i Llobera y Maragall, Pla y dos fundamentales contribuciones al estudio de la poesía de Salvador Espriu. No todo, pues, cabe valorarlo como la recepción de la literatura catalana en castellano; estos trabajos muestran la finura en el análisis y la capacidad crítica del autor, excelente conocedor de la literatura extranjera contemporánea, y sugieren nuevas vías de estudio en los creadores más destacados de la literatura catalana del siglo XX.

Además resultan ejemplos de la limitada recepción crítica de la literatura catalana, que comenzaba a salir de un silencio forzoso. Hasta 1946, "después de siete años y medio de suspensión tajante de toda clase de publicaciones en lengua catalana, cuyo uso público queda terminantemente prohibido durante ese período, el cambio decisivo de la coyuntura internacional que trae consigo la victoria aliada aconseja al régimen franquista un primer gesto de liberalización que autoriza nuevamente la publicación de obras literarias en catalán, sometidas obligatoriamente a la aprobación de la censura previa". Habrán de pasar algunos años hasta que Ignacio Agustí le reserve al entonces joven profesor universitario un espacio en la emblemática "Destino", tras la que descubriremos la figura de Josep Pla, convertido en el altavoz de la cultura catalana en castellano. No es de extrañar que sea entonces cuando algunos grandes escritores, residentes en Cataluña, salvo Josep Carner, puedan reanudar una obra que había sido interrumpida por guerra tan incivil. A ellos habrá que sumar a quienes habían publicado con anterioridad a 1936 y otros que, de la promoción misma de Vilanova o algo mayores, iniciaron por entonces su obra. El libro ha sido dividido en géneros según la edad de los autores: "Joan Maragall, el gran precursor", "Posmaragallianos y Novecentistas", "La generación del 36", "La prosa del Modernisme a la Guerra Civil", y el "Anexo" ya aludido. ¿Cómo observa la aparición de esta renaciente, aunque aún escasa, literatura catalana un, entonces, crítico y universitario? Resulta imposible hacer una simple relación de sus aciertos, intuiciones y erudiciones.

Los ensayos siguen la evolución de la obra de los autores desde sus orígenes. Revela admiraciones y contactos personales: López-Picó y Riba, entre otros. Sobre éste escribe de sus Elegies de Bierville, de sus libros posteriores y alcanza a trazar su sentido obituario. Hay algunos textos que también se ocupan del autor en su conjunto tras su fallecimiento. Pero el paladar de Vilanova se descubre cuanto trata de las Memòries de Josep Maria de Sagarra, cuando descubre a Pere Quart, a Espriu (los espriuanos tienen una cita inexcusable con este libro), a Vinyoli, al hoy injustamente olvidado Blai Bonet. Pero el reconocimiento del valor literario de Josep Pla nos permite advertir el testimonio del silencio crítico -que no de público- que rodeaba al ampurdanés y que Vilanova pone de manifiesto. Cabe destacar, asimismo, su valoración de las novelas de Llorenç Villalonga, así como la crítica de La plaça del diamant, de Mercè Rodoreda, posiblemente la primera. Perucho, Maria Aurèlia Capmany, Espinàs, Sarsanedas y hasta el valenciano Joan Fuster aparecen aquí próximos generacionalmente al autor.

Esta recopilación de Vilanova puede resultar una sorpresa para muchos. Lo es por su calidad intrínseca; también por aquella literatura catalana que parece comparativamente desmesurada cuando emergió en circunstancias tan difíciles. Pero era el fruto de una acumulación cultural que procedía de la Renaixença. Cabe añadir la escasa atención que hoy la literatura en catalán y en castellano se demuestran. Parece como si se hubieran debilitado los puentes que en tiempos más difíciles se forjaron. Vilanova alude al marasmo crítico que observaba a su alrededor. El tardo y postfranquismo alteraron las cosas. Aunque haya pasado medio siglo de algunas lecturas, éstas mantienen todo su interés. Confiemos en que la crítica de hoy esté menos dormida y aprecie el valor de una vida dedicada al análisis, la historia y el descubrimiento de la literatura de calidad.