Image: Un mundo sin miedo

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Ensayo

Un mundo sin miedo

Baltasar Garzón

17 marzo, 2005 01:00

Baltasar Garzón. Foto: Ángel Díaz

Plaza & Janés. Madrid, 2005. 424 páginas, 18’90 euros

Es mucho lo que debe la sociedad española al juez Baltasar Garzón; en el imaginario popular encarna al David que ha luchado con coraje y arrojo frente al mal que constituyen el terrorismo, la corrupción, el crimen de Estado y por la independencia del poder judicial, representando al cruzado que ha puesto patas arriba el estancado orden jurídico internacional.

Pero también es un ser humano y un profesional, con su ideología, afectos y querencias, que exhibe en toda su amplitud este libro. Lo más sustantivo de la obra reside en la narración de su experiencia profesional, la manifestación del conocimiento que ese ejercicio le ha dado sobre asuntos relevantes y la transmisión de ese saber a los lectores. Garzón es el símbolo de la regeneración de la democracia española debido a la labor que terminó con la depuración de responsabilidades por los crímenes de Estado con el caso gal y todas las causas anejas. Garzón abanderó, junto con otros compañeros, la lucha contra el núcleo de la banda terrorista etarra, encontró la forma eficaz de combatirla y de poner las bases de su práctica aniquilación. Garzón es quién más ha subrayado la enorme amenaza del crimen organizado y la necesidad de acometer su neutralización.

La parte más endeble está relacionada con la naturaleza de prédica o sermón que tiene su discurso político e ideológico, en perfecta combinación con la estructura catequética del libro, una suerte de epítome de la beatería progresista de consumo masivo. La objeción no reside en las convicciones avanzadas, sino en la simpleza con la que aborda cuestiones complejas, en el maniqueísmo facilón, en el antiamericanismo primario y en la manifestación de una reduccionista creencia redentora del derecho que elude el principio de realidad. Las intenciones son buenas, propias de una persona biempensante, ¿quién puede estar a favor de guerras ilegales e inmorales? Pero viene el juez, quien dice que hay que respetar la legalidad internacional, y rechaza el consentimiento otorgado por el Consejo de Seguridad a Estados Unidos para intervenir en Afganistán. ¿En qué quedamos? Por otra parte, cómo evitar la injusticia de que caigan inocentes si, con las mejores intenciones humanitarias, se interviene en un Kosovo sin petróleo. Los buenos deseos no son garantía alguna de que no haya sufrimiento, incluso lo pueden provocar. La realidad no es tan maleable desde el derecho como el juez parece suponer. Defiende al pueblo español contra la calumnia de que hubiera votado con miedo el 14-m, pero no puede resistir echar mano de este argumento para explicar la renovación del mandato de Bush.

El libro es interesante para llegar a conocer la personalidad e ideas de una figura de notable relieve público en España e incluso a escala internacional. Contiene duras acusaciones contra periodistas y políticos (como la de señalar que Felipe González es un perjuro), refleja el compromiso de una generación idealista que tiene una cuenta pendiente con el franquismo, pero, sobre todo, compendia lo que fue la lucha contra el terrorismo y la mejora de la calidad de la democracia española. Es controvertido, apasionado y directo, como el juez.