Image: De Hispania a España

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Ensayo

De Hispania a España

Vicente Palacio Atard (Ed.)

24 marzo, 2005 01:00

Vicente Palacio Atard. Foto: Irma Benedicto

Temas de Hoy. Madrid, 2005. 309 páginas, 23 euros

Surgido de un ciclo de conferencias organizado por el Colegio Libre de Eméritos y la Real Academia de la Historia, el libro es una oportuna y documentada reflexión coral sobre el significado de España a lo largo de la historia. Los autores, todos ellos destacados historiadores, abordan distintos periodos y aspectos de la cuestión y lo hacen, como es lógico, con estilos diversos y grados también diferentes de profundidad y brillantez, dentro de un buen tono general.

El término Hispania, cuya discutida etimología se plantea José María Blázquez, se identifica en la época imperial romana con el de Iberia, que se aplica al conjunto de la península. Más aún, de todas las naciones europeas surgidas en la edad Media, España es prácticamente la única que mantiene su nombre romano, a diferencia de Gallia/Francia, Britannia/Inglaterra/ u otras, que le cambiaron por los de los invasores germánicos.

Con los godos se produjo además la consolidación política de Hispania como un reino unido y el reconocimiento de sus monarcas desde el extranjero como "reges Spaniae", hasta el punto de que, tras la invasión musulmana, surgirá tempranamente entre los cristianos el lamento por la España perdida, identificada con el "regnum gothorum", que dará lugar al goticismo, de tan larga tradición y tan abundantes manifestaciones a lo largo de la Edad Media. Durante el largo periodo de la Reconquista, al término Hispania se contrapuso el islámico Al-Andalus -procedente según Vallbé de la isla de los Atlantes de la mitología griega- bien fuera para definir el conjunto de la península (a la que llaman también "Isbanihya") o únicamente el espacio dominado por los musulmanes. Particular interés, por su originalidad, tiene la constitución de la Marca Hispánica creada por los francos, y su progresiva independencia de Francia, hasta la aparición propiamente de Cataluña en el siglo XII y la vinculación, poco después, entre los condes de Barcelona y el reino de Aragón, que dará lugar a la corona homónima.

Ya desde los siglos XII-XIII, la mayor parte de la historiografía medieval hispánica identifica a España -término que se utiliza a veces en el plural Españas- como un ente histórico plenamente real, que alude no solo a un ámbito geográfico, sino también cultural e histórico, que incluye a los reinos cristianos existentes en él y a los habitantes de éstos: la nación española -en el sentido medieval del término, escribe Ladero, como conjunto peculiar dentro de Europa con unas raíces comunes- que no excluye la identificación también como castellanos, leoneses, catalanes, aragoneses, navarros, etc.

A partir de los Reyes Católicos, España se constituye en una realidad política, pese al mantenimiento formal e institucional de los diferentes reinos y coronas que la integran. Buena prueba de ello, entre otras muchas, es el reconocimiento que de los españoles -y en especial de sus reyes- se hace desde el exterior, o la intitulación real abreviada que comenzará a acuñarse en las monedas.

El análisis histórico sobre Hispania-España no podía olvidar a una de sus partes originarias: Portugal, cuya individualidad -desde sus orígenes a la historia contemporánea- es analizada por Hipólito de la Torre, a partir de "la natural deriva histórica de una peculiar geopolítica oceánica que ya vemos emerger en la Edad Media". Quisiera destacar también la aportación de Ricardo García Cárcel sobre las tres formas distintas de entender España en el siglo XVIII y la evolución de cada una de ellas a lo largo de dicha centuria: el Estado-nación, el viejo concepto barroco de España como deposito de esencias y valores nacionalcatólicos, y la concepción pluricultural que recogía los restos del austracismo.

En tiempos de Carlos III prevalecerá un nacionalismo español, ya no solo estatalista sino ilustrado, liberal y cívico, pero que acabará fracasando ante la coyuntura de la revolución francesa, cuyos efectos propiciarán la ofensiva apropiadora de España por el tradicionalismo. Buena parte de las dificultades posteriores, hasta hoy, del nacionalismo español hunden sus raíces en dicho fracaso.