Image: Una revisión de la historia judía

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Ensayo

Una revisión de la historia judía

Hannah Arendt

7 abril, 2005 02:00

Hannah Arendt. Foto: Archivo

Paidós. 190 pp, 14 e. Hermann Cohen: La religión de la razón desde las fuentes del judaísmo. Anthropos. 389 pp.

Aunque suele ignorarse, la confrontación de Hannah Arendt con la "cuestión judía" no se reduce a aquellas famosas páginas sobre la "banalidad del mal" en las que ponía a sus contemporáneos ante la abismática evidencia de que ese mal, propiamente "absoluto", asociado con el proceso conducente a las cámaras de gas y al funcionamiento de la más terrible maquinaria conocida de envilecimiento y destrucción de unos seres humanos indefensos, había sido perpetrado por hombres "normales", educados e inteligentes, hijos de uno de los países más ricos y civilizados de Europa.

Entre 1942 y 1966 Arendt, consciente siempre tanto de que su origen racial era uno de los datos "incontrovertibles" de su vida como de que tras la "era de la catástrofe" se imponía asumir el nuevo imperativo categórico propuesto por su enemigo íntimo Theodor Adorno -"reo-rientar el pensamiento y la acción para que la barbarie no se repita"- publicó numerosos textos, por lo común incómodos e incluso polémicos, sobre cuestiones relacionadas con el destino del pueblo judío y las ilusiones y actitudes por él sustentadas en su exilio de siglos, desde la reclusión en guetos reales o simbólicos al sueño, siempre frustrado, de la integración plena, de la "asimilación" sin fisuras. Sobre la compleja, inasible y atormentada "identidad judía" en Occidente, en fin. Y siempre reveladores tanto de su conocida preferencia por la tradición de Heine, Varhagen, Bernard Lazare, Kafka e incluso Chaplin como de sus reticencias frente a ciertas derivas del sionismo. Algunas de ellas se recogen en este volumen, lo que, unido a la excelente introducción de Fina Birulés, acentúa su interés incluso como mero testimonio de una serie de encrucijadas personales -la de la propia Arendt, pero también las de S. Zweig o T. Herzl- de muy cargadas connotaciones históricas y culturales. En definitiva, las de esos "parias" del mundo moderno en que terminaron por convertirse los judíos como pueblo y que fueron las que hicieron "necesario" su asentamiento en una "vieja nueva patria", su obtención, por fin, de un Estado propio.

No es pequeña, por otra parte, la deuda de la filosofía actual con el judaísmo filosófico. Los nombres son bien conocidos, de Adorno a Derrida y de Lévinas a Hans Jonas o Simone Weil. También los temas, alentados por la exigencia de pensar todo de otro modo tras el Holocausto: la dialéctica de la Ilustración, el descubrimiento del Otro y los "argumentos de alteridad", la crítica de la Modernidad, la ética de la responsabilidad frente a las víctimas, el principio dialógico o, en fin, el replanteamiento del sentido del progreso en la historia. A partir de Rosensweig ha llegado incluso a hablarse de un "nuevo pensamiento" capaz de subrayar la separación y lo no idéntico en confrontación crítica con el primado hegeliano de la Identidad. El libro de Hermann Cohen, figura central del neokantismo y maestro del joven Ortega, cuyo "socialismo ético" bebió de sus fuentes, que ve hoy la luz en versión castellana acompañado de una inteligente y rigurosa presentación de Reyes Mate, marcó en su día época. Desde la confianza en la "perdurable vitalidad del judaísmo", Hermann Cohen abrió, con esta obra, el camino de un judaísmo filosófico consciente de sus raíces, pero capaz de integrarse en la "gran" tradición de la filosofía europea y de trabajar en ella con resultados tan importantes como los de la propia Arendt, discípula de Heidegger, o el propio Cohen, fundador de la Escuela de Hamburgo, en cuya universidad se formaron varias generaciones de "neokantianos". En estos términos hay que entender lo que hoy parece definitivamente asociado al nombre de Cohen: una vigorosa relectura de Kant que dominó la escena filosófica alemana durante medio siglo, una modulación en clave ética de la socialdemocracia sumamente influyente en su momento y una elevación de lacompasión, llamada a constituir al hombre en sujeto moral, a categoría ética central. Algo impensable, como bien subraya Reyes Mate, sin la tradición judía. Todo ello hace, pues, de esta obra algo más que un estudio erudito en el que de modo original se entreveran un tema kantiano y una tradición no luterana. Hace de ella un alegato a favor de la invitación, ayer marginal y hoy tal vez central, a repensar la cultura grecolatina con la memoria semita.