Ensayo

Los españoles de Stalin

Daniel Arasa

5 mayo, 2005 02:00

Belacqua. Barcelona, 2005. 447 págs, 21’50 e.

Cuando se afirma que España quedó al margen de la II Guerra Mundial, suele pasarse por alto que varios miles de españoles sufrieron en carne propia los horrores derivados de la misma o que incluso intervinieron en combates decisivos.

Algunos de esos episodios son relativamente bien conocidos, desde el holocausto de republicanos en los campos nazis a la participación española en la "resistencia" y la liberación de París. Pero, como advierte el autor de este libro, existe aún gran desconocimiento acerca del ámbito oriental, cuando fue el frente ruso-germano uno de los más importantes. Una ignorancia que no procede sólo de nuestra lejanía física y cultural, sino de la tradicional opacidad de Moscú, que aún perdura parcialmente, aunque fuese mucho peor hace veinte años, época en que Arasa recopiló la documentación base a este volumen. Con buen criterio, hace el autor de la necesidad virtud, poniendo en primer plano los testimonios orales o escritos de los españoles que batallaron en filas rusas.

El libro adquiere así un tono marcadamente vivencial, con múltiples nombres y apellidos que narran como testigos incidentes sobrecogedores o describen las penalidades del frente y la retaguardia. Desde Stalingrado al cerco final de Berlín, cientos de españoles se dejaron la piel por una causa en la que creían: defendiendo la "patria" soviética de la barbarie fascista -sin que la mayoría percibiera la barbarie estaliniana-, estaban convencidos de servir a la causa del internacionalismo proletario.

Arasa apunta pero no desarrolla ésas y otras paradojas. No pretende realizar un análisis político: se limita a mostrar un cierto distanciamiento con sus razones, compatible con una admiración implícita por lo que fueron capaces de hacer. Ni siquiera el turbio episodio de la muerte de José Díaz y la sucesión en la jefatura del PCE altera una perspectiva que pretende ser neutral y dejar hablar a los protagonistas y acontecimientos concretos. En el contexto de la hecatombe de 1939-45, con la devastación de inmensas zonas y millones de muertos, forzoso es reconocer que esta crónica no pasa de ser una anécdota en términos cuantitativos: no llegaron a 800 los combatientes (de los cuales murieron unos 200). Una macabra reparación de sangre, dado que fueron también dos centenares los soviéticos que murieron en España pocos años antes. Aunque su sacrificio acaeciera a miles de kilómetros, aquellos españoles estaban escribiendo el último capítulo de nuestra guerra civil.