Carl Gustav Jung. Foto: Archivo

En 1955, al cumplir Jung los 80 años de su vida, el mitólogo Karl Kerényi definía en un artículo de homenaje, y en una sola frase, la personalidad del médico psiquiatra y escritor suizo: "maestro y autoridad incomparable del alma".

Luego, destacaba "al redescubridor de la integridad y de la polaridad de la psique humana", a un científico plenamente "empírico" que, sin embargo, supo extraer los mejores frutos de "una vida anímica espiritualizada". Necesitamos opiniones como éstas, muy generales y arriesgadas, para valorar con urgencia la vida y la obra de Jung, con ocasión de la publicación de un nuevo volumen -el 12- de su Obra Completa. Proyecto éste admirable y necesario, emprendido por la editorial Trotta, que ya nos ha entregado hasta el momento 9 de los 23 volúmenes de que constará el conjunto de la edición.

Se nos ofrece ahora una de las obras centrales de la rica personalidad científica y creadora de Jung, Psicología y alquimia (1944), la que atañe, quizá, a uno de los temas de más difícil acceso para el lector común, pero a la vez de los más profundos. Con este tomo y con otro ya editado -la magna obra Mysterium coniunctionis (1955)-, se completa la edición de los libros que Jung escribió en torno al vidrioso tema de la alquimia y que nacieron en un momento crucial de su vida. Son, como decimos, obras nada fáciles y no poco polémicas para los descreídos, en el sentido de que nos ofrecen al Jung más osado en sus investigaciones sobre la psique humana. Ambas obras aparecieron como un deslumbrador hallazgo y al tiempo que escribía otros libros en los que se ocupaba de la psicología de la religión en occidente y en oriente y de algunos ensayos sobre el fenómeno del espíritu en la ciencia y el arte de vanguardia (Paracelso, Joyce o Picasso).

Jung -desde mediados de los años 30, a través de sus conferencias en el Círculo Eranos-, se había ido sumergiendo en el mundo de la alquimia hasta acabar comprendiéndolo más que como un proceso ligado a una química de la materia, como una psicología de la totalidad, reveladora de un proceso que conduce a la plenitud y, en consecuencia, cercano a otros procesos de índole psicológica y espiritual a los que él les dio nombre (proceso de individuación, sí-mismo, etc). Su interés por la alquimia arranca de su lectura y comentario de un texto iniciático oriental, El secreto de la Flor de Oro, y del ahondamiento en la literatura gnóstica y alquímica, así como de sus conexiones filosóficas con el hermetismo y el neoplatonismo. El resultado fue su iluminación de la simbología de la alquimia y el hallazgo y comprensión de lo que él reconoció como "el concepto central de mi psicología: el proceso de individuación".

Esta obra de obras que es Psicología y alquimia nos ofrece tres grandes bloques temáticos: una profunda introducción a la "psicología religiosa de la alquimia", el estudio de los "símbolos oníricos del proceso de individuación" (con un detenido estudio del tema de los mandalas como expresión de la totalidad unitaria) y la representación del proceso alquímico a través de análisis alegóricos y simbólicos. Este tercer apartado es el menos concreto, pero el más abarcador. La obra acabó revelándole una trama de hallazgos valiosos para la comprensión de la totalidad de la psique, particularmente en unos tiempos catastróficos para el hombre moderno como los que precedieron a la Segunda Guerra Mundial, lúcidamente anunciados por Jung en otras obras de esta etapa, como Wotan.

Complemento de este volumen son las 271 ilustraciones que acompañan al texto, así como el glosario de expresiones latinas y griegas, la bibliografía, los tres índices y la fundamentada introducción de Francisco G. Bazán y Bernardo Nante. Se va completando así ese magno friso sobre la comprensión del alma humana y el desarrollo psicológico que es la Obra Completa de Jung, científico que se arriesgo a ir más allá con el conocimiento y al que su fidelidad a la sabiduría le llevó a verdades con las que entramos más seguros en este nuevo y perturbador siglo.