Ensayo

Adiós a la diplomacia

Shaun Riordan

19 mayo, 2005 02:00

Prólogo de M. A. Moratinos. Siglo XXI. 193 páginas, 14’50 euros

Que los servicios ofertados actualmente por el cuerpo de funcionarios del Estado no se ajustan correctamente con la actual demanda social por haber cambiado el mundo no es noticia; sí lo es la reflexión directa que Shaun Riordan hace del servicio diplomático. El autor conoce bien el medio por haber pertenecido al cuerpo diplomático de Gran Bretaña durante 16 años y por ser un estudioso del mismo. El libro parte de una idea central clara. El cuerpo de funcionarios diplomáticos existente tiene que adaptarse a un mundo en transformación en el que el papel del Estado-Nación está en remodelación. No se trata de un simple maquillaje, sino que se tiene que acometer una transformación radical a fin de convertirlo en la herramienta que exigen las nuevas relaciones internacionales. El terrorismo internacional impone el reto de combinar la seguridad con la libertad, las migraciones están impulsado cambios en las identidades nacionales, las nuevas tecnologías posibilitan el acercamiento de los ciudadanos del mundo entre sí, la agilización de los transportes redibuja el mapa de los mercados, el fin de la Guerra Fría instaura un nuevo equilibrio internacional, las multinacionales construyen redes más allá de las fronteras de los Estados-Nación, y la emergencia de nuevos protagonistas políticos, sociales o económicos internacionales y locales impulsa la búsqueda de mecanismos alterativos para la solución de los conflictos en un escenario globalizado.

El mundo del siglo XXI -dice el autor- necesita de un cuerpo de diplomáticos conectado con la sociedad civil. No se trata de construir especialistas en las relaciones burocrático-institucionales entre Estados-nación, sino de fabricar redes que vinculen a los especialistas para que entre todos se ayude a resolver los conflictos en la paz y a construir sociedades más justas con sistemas políticos más trasparentes. Acierta el autor cuando afirma que no se trata de prescindir de los diplomáticos actuales (de excelente formación y probada valía humana), sino de crear una estructura flexible que permita su mejor aprovechamiento. La política interna y la externa no pueden estar disociadas por más tiempo. Los diplomáticos no deben ser entendidos como la excepción. Sería un gran acierto que en la nueva arquitectura de los servicios públicos no se siguiera manteniendo una estructura de compartimentos estancos incomunicados entre los funcionarios. Especialistas en el conocimiento y en la gestión tienen que acercarse e intercambiar sus experiencias. Las Universidades están a la espera de una autorreflexión valiente como la realizada por Riordan para la diplomacia. La academia no puede seguir siendo un mundo enclaustrado anclado sólo en conocimientos eruditos.