Image: Dos visiones de España

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Ensayo

Dos visiones de España

Ortega y Gasset y Manuel Azaña

19 mayo, 2005 02:00

Ortega y Gasset y Manuel Azaña

Prol. J.M.Ridao. Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores. Barcelona, 2005. 141 págs, 13 e.

Este libro recoge sendos discursos, de Ortega y de Azaña, que fueron pronunciados en mayo de 1932, durante el debate sobre el proyecto de Estatuto de Cataluña en las Cortes constituyentes de la Segunda República. Los discursos van precedidos por un prólogo de veinte páginas de José María Ridao que es un ensayo sobre dos supuestas visiones de España y del problema del nacionalismo catalán.

Los que estaban enfrentados, desde luego, eran estos dos intelectuales, a pesar de su coincidencia generacional y de su experiencia política común en el reformismo de Melquíades álvarez. En 1915 Azaña recogía, maliciosamente, una pequeña insidia del conde de Romanones, que parece que había dicho: "La política del señor Ortega y Gasset es como mi filosofía". Cinco años después, Azaña era aún más directo en sus críticas: "Una cosa es pensar; otra, tener ocurrencias. Ortega enhebra ocurrencias".

Las circunstancias de la primavera de 1932, cuando se pronuncian estos discursos, habían establecido notables diferencias entre ambos personajes. Azaña era presidente de Gobierno y ministro de la Guerra mientras que Ortega había sido elegido diputado dentro de la Agrupación al Servicio de la República, una formación política creada dos meses antes de la proclamación del nuevo régimen. En esa agrupación se integraron, y obtuvieron representación parlamentaria, intelectuales como el propio Ortega, Unamuno, Gregorio Marañón o Ramón Pérez de Ayala. Sus escaños en el Parlamento fueron denominados, con algo de sorna, "el Olimpo" pero, en el discurso que aquí se recoge, Ortega no vacilaba en reconocer que consti-tuían "una fuerza política cuantitativamente imperceptible". El filósofo madrileño fue su más destacado portavoz, pero también fueron relevantes las intervenciones parlamentarias de Juan Díaz del Moral en el tema de la reforma agraria. La aprobación de esa ley, junto con el Estatuto de Autonomía de Cataluña, hicieron que la Agrupación considerara cumplida su tarea y se disolviera a finales de octubre de 1932.

Con esa forma de hacer política, Ortega se levantó a hablar, el 13 de mayo de 1932, con la deliberada voluntad de "hacer un discurso doctrinal" en el que acuñó la conocida fórmula de que el problema catalán era un problema que no se podía resolver, que sólo se podía "conllevar". La raíz del problema, señalaba, estaba en la formulación política totalitaria que pretendían los nacionalismos: "ellos son un sentimiento, pero siempre hay alguien que se encarga de traducir ese sentimiento en concretísimas fórmulas políticas: las que a ellos, a un grupo exaltado, les parecen mejores". De ahí que resultara inevitable que frente a "una Cataluña que no se siente española" existiese "otro sentimiento, de todos los demás españoles, que sienten a Cataluña como un ingrediente y trozo esencial de España". La solución para Ortega, en todo caso, era la profundización en el camino de la autonomía.

La intervención de Azaña que aquí se recoge, que cerraba la discusión sobre la totalidad del proyecto de Estatuto de Cataluña, fue, por el contrario, la de un político con la responsabilidad del poder que no dejó de hacerse eco de los análisis de Ortega, aunque los considerara exagerados como eran a veces, sugería con un punto de malicia, las opiniones de "los hombres de talento" que se situaban "en un punto de observación elevado", en clara alusión al "Olimpo". En todo caso, como sugiere Ridao en su penetrante prólogo, ambos discursos provocan "la sensación de que algunos de los problemas suscitados entonces siguen abiertos". De ahí el persistente atractivo de su lectura.