Image: Ensayos de comprensión, 1930-1954

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Ensayo

Ensayos de comprensión, 1930-1954

Hannah Arendt

30 junio, 2005 02:00

Hannah Arendt. Foto: Archivo

Traducción de Agustín Serrano de Haro. Editorial Caparrós. Madrid, 2005. 566 páginas, 34 euros

Poco a poco, la bibliografía de Arendt va apareciendo en cuidadas traducciones al castellano. Así, además de su Correspondencia 1925-1975 (Herder) con Heidegger, se ha recuperado Hombres en tiempos de oscuridad (Gedisa); La tradición oculta (Paidós), sobre el pueblo judío en el siglo XX; Eichmann en Jerusalem (Lumen), El concepto del amor en San Agustín (Encuentro), Entre el pasado y el futuro (Península) y Sobre la revolución (Alianza).

En 1930, cuando se edita el primero de los trabajos que recoge Ensayos de comprensión, Hannah Arendt es una brillante jovencita, discípula de Heidegger y Jaspers, enormemente dotada para la filosofía.

Visible en el horizonte, todavía no se había producido el cataclismo que iba a convulsionar a Europa y casi al mundo entero y que orientaría buena parte de los trabajos futuros de H. Arendt, el ascenso del nazismo, el largo y cruel prólogo a la Segunda Guerra Mundial. La formación de H. Arendt evolucionó a la sombra, o a la luz, de la filosofía de la existencia. Pero ya desde sus primeros textos se observa una decidida inclinación hacia ámbitos sociales y políticos, para cuya interpretación y crítica estaba la filósofa enormemente capacitada.

Ya los primeros artículos contenidos en esta recopilación muestran esa doble vertiente del pensamiento de la autora: dualidad que se mantendrá activa a lo largo de toda su vida y obra, y que se percibe nítidamente a lo largo de estas páginas, a lo largo del cuarto de siglo que estas páginas compendian. Sugiero, de hecho, que estas páginas -a veces densas, a veces coyunturales- han de leerse como una especie de trabajo de laboratorio o de taller, un trabajo en el que, al hilo de lecturas y conversaciones, al hilo de provocaciones textuales o contextuales, Hannah Arendt va elaborando las piezas (argumentales, conceptuales, ideológicas) que compondrán el núcleo de su pensamiento adulto.

Homenajes, aniversarios, recensiones van componiendo un paisaje con figuras; precisamente las figuras que interesan a la autora, las que en su reflexión y en su escritura van tomando un nítido perfil: Agustín de Hipona, Kafka, Jaspers, Broch, Kierkegaard, Heidegger. Figuras sí: pero también paisaje, o sobre todo paisaje: un paisaje moral y políticamente desolado, el paisaje de una Alemania que se hunde en los abismos de la iniquidad y de la miseria, el paisaje que hunde a Europa en esos mismos abismos: o que expone alguna de las más siniestras caras de la condición humana.

"Para mí lo esencial es comprender, yo tengo que comprender. Y escribir forma parte de ello, es parte del proceso de comprensión". Comprender como imperativo humano, comprender como humana condición, pero comprender, también, como exigencia de época. Más de la mitad de estas apretadas páginas se imponen la tarea de comprender lo inexplicable: el nazismo y la solución final, el antisemitismo, la crueldad y la connivencia silenciosa. El horror. Pero la voz que se expone en la escritura, la de Hannah Harendt, precisamente, no suena a súplica o lamento, no acentúa los tonos dramáticos (algunas de sus obras posteriores, Eichmann en Jerusalem sobre todas las otras, recibirían el reproche de "distanciadas" o "frías"). ésa voz es la de una inteligenciaque se arriesga en el proceso de comprensión, en el progreso de la escritura. Si en esos textos hay temperatura -y la hay- no es en primer lugar la del sentimiento sino la de un intelecto que, lejos de la antedicha frialdad, hierve, se agita en permanente ebullición.

Y llega un momento -hacia la mitad del libro, aproximadamente- en el que el lector percibe cómo las piezas del laboratorio componen una figura ya reconocible, o se mueven con un pulso familiar: el de Los orígenes del totalitarismo, el de La condición humana o La vida del espíritu. La muchacha ha crecido. Y nos ha hecho crecer. La jovencita que con veinticuatro años radiografiaba la sociología de Mannheim con una penetración que no ha sido superada es la que, con mano firme, desnuda la naturaleza del totalitarismo. O es la que ha ocupado el espacio, casi desierto en esos años, de la filosofía política, para dotarlo de nueva energía, o de una dignidad a la vez intelectual y moral.

Merece la pena pasear por esta obra desigual, merece la pena transitar todos sus vericuetos, atender a las sucesivas inflexiones de esa voz que paulatinamente se va afirmando. Y merece la pena, no porque en cada página se produzca una inusitada revelación sino porque el paciente, el tenaz trabajo de una inteligencia que quiere comprender se expone en este libro con desnudo rigor. He cursado la obra de Hannah Arendt con asiduidad e interés crecientes desde que, en 1987, Eugenio Trías me impusiera leer -imposición feliz- Los orígenes del totalitarismo. Ha tenido que llegar este texto, esta colección, dado que alguno de los capítulos que la integran ya estaba publicado en España, para poder gozar del debate de la inteligencia: consigo misma y con el mundo.