Image: Esgrafiados

Image: Esgrafiados

Ensayo

Esgrafiados

Ernst Jönger

28 julio, 2005 02:00

Jönger posa para el escultor Arno Breker

Trad. Isabel Hernández. Tusquets. Barcelona, 2005. 216 páginas, 16 euros

Ernst Jönger es una de las personalidades más polémicas de la literatura y del ensayo del pasado siglo. Es comprensible que el personaje provoque, en ciertas sensibilidades, aversión y rechazo. Pero su escritura permanece; y con ella su capacidad por adentrarse en los fenómenos vividos y experimentados, tratando siempre de impregnarse de su sentido menos convencional.

Esta faceta se advierte en los mejores textos de Esgrafiados precedido de Carta siciliana al hombre de la luna, esta antología de retales y fragmentos; especialmente en sus reflexiones sobre lo extraordinario, lo mágico y lo maravilloso. Sus novelas, a veces lastradas por un excesivo alegorismo, ceden en preeminencia a sus mejores ensayos y, sobre todo, a sus magníficos diarios; todo lo cual ha ido apareciendo en nuestra lengua castellana gracias a este excelente traductor e intérprete de Jönger que es Andrés Sánchez Pascal, al que ahora, con mucha dignidad, secunda Isabel Hernández González.

Los textos de Ernst Jönger son imprescindibles para entender una de las épocas más terribles de la historia europea. Deben ser leídos como documentos del sombrío tejido ideológico del período alemán de entreguerras, y sobre todo de ese mundo de la postguerra que se encamina, a marchas forzadas, hacia la unificación en torno a un posible "estado mundial".

Polemizar con ellos hoy constituye un anacronismo; lo mismo que rasgarse las vestiduras por las opiniones vertidas por su autor en un contexto que difiere del nuestro. Eso no significa aceptar esas opiniones de manera incondicional. Lo importante es saber leer estos textos como lo que son, documentos para penetrar en uno de los tiempos más atroces que le ha tocado vivir a la humanidad: ese período titánico en que domina la figura, nítidamente dibujada por Jönger, del arquetipo, o ideal-tipo, del trabajador. Ese tiempo no es el nuestro, pero sí fue el de los padres de quienes nacimos en medio de la gran contienda mundial. Nuestra generación ha asistido al ocaso de esa figura ideal, cuyos rasgos y matices se van enriqueciendo en el dibujo que de ellos hace Jönger en algunos de sus ensayos.

Se va percibiendo a través de los escritos de Jönger, tras la historia oficial de la guerra y la postguerra, la gestación de un orden oculto, mundial, que es justamente lo que a Jönger le interesa escudriñar: la crisálida a punto de convertirse en mariposa de un orden mundial presidido por un estado mundial de carácter planetario. Y la comparación con la metamorfosis de la larva no es casual: es la perfecta imagen simbólica que sintetiza la característica general de toda la reflexión jöngeriana; su capacidad portentosa por descubrir, bajo las apariencias de la historia humana, un orden oculto hipernatural, o una naturaleza concebida de forma trascendente y metafísica, que sumi- nistra al autor audaces analogías sobre las cuales su penetrante mirada reflexiva se posa. De ahí el continuo trasvase de fenómenos humanos e históricos a aconteceres del orden de la naturaleza, cosa sumamente peligrosa; pero que Jönger logra resolver siempre con profundidad y tino en razón de su magnífico conocimiento del orden de la naturaleza; y de su capacidad por comprenderlo desde una perspectiva gran-
diosa que apunta hacia un desconocido plan de conjunto de carácter espíritual (como finalidad última).

Quizás la clave de toda la filosofía de Ernst Jönger se condensa en uno de estos aforismos, llamado Monadología, en la que, en línea de Leibniz, piensa el átomo material como espiritual. Toda la aventura jöngeriana apunta a esa unión de la materia y del espíritu. Este libro no es, desde luego, imprescindible dentro de la bibliografía de su autor. Pero contiene aquí y allá reflexiones valiosas que el resto de su obra avala.