Ensayo

El hombre, un animal singular

Víctor Gómez Pin

20 octubre, 2005 02:00

Víctor Gómez Pin. Foto: Archivo

La Esfera de los Libros. Madrid 2005. 280 páginas 19 euros

Uno de los grandes temas filosóficos actuales lo constituye la determinación de lo que el hombre tiene de específico. El arco reflexivo circula entre dos extremos: en primer lugar hay quienes piensan que la vetusta definición aristotélica, vertida en latín y en lenguas vulgares por la expresión animal racional, lo mismo que la definición bíblica (un ser creado a imagen y semejanza de Dios) deben ser revisadas: el hombre poseería una especificidad ontológica propia, imposible de subsumir en el género común animal, pero independiente también de toda referencia a la Divinidad.

Y en segundo lugar hay quienes intentan diluir toda diferencia, concibiendo tan sólo diferencias cuantitativas, no cualitativas, entre el hombre y los demás animales, especialmente en relación a los simios superiores, o los mamíferos más desarrollados; o incluso animales lejanos en la serie evolutiva, como las abejas, pero que parecen poseer rasgos comunes con los hombres (un complejo código de señales).

Gómez Pin se alinea con aquéllos que todavía piensan que es posible rescatar del baúl de las cosas viejas la definición aristotélica. De hecho este libro de Gómez Pin renueva su aristotelismo de siempre, que tuvo una primera y excelente prueba en su tesis doctoral, El orden aristotélico. Aquí es, más bien, el Aristóteles biólogo y zoólogo, el de Las partes de los animales, el que está más vivamente presente.

El hombre es, en efecto, un animal, del mismo género común que los restantes seres vivos, y en particular que los vivientes semovientes, capaces de dolor y de placer. Pero es un animal singular, y carecen de razón y de sentido los discursos sofísticos que pretenden borrar o aminorar la inmensidad de la diferencia específica, o del eídos que permite a un ser carnal, viviente, animado, convertirse en un ser locuaz, creador de discursos, de conceptos, apto para el arte y para los sentimientos (y los conceptos) éticos; y en cualquier caso generador y gestador de una cultura específica, radicalmente diferenciada de las bases instintivas en que arraiga y afinca la conducta animal, incluso la que inicia, sin poder desarrollar, amagos próximos a nuestra conducta, así en rasgos de los simios superiores, o de los principales mamíferos. Como dice de forma brillante Gómez Pin, quizás no vale decir, en sentido teológico, que el logos se hizo carne. Pero es evidente que -en razón de la evolución- la carne se hizo logos. Y esa transmutación tuvo lugar en el hombre.

El libro está concebido en dos partes, o en dos planos, que se corresponden aproximadamente con el orden sucesivo de sus capítulos: en primer lugar una puesta al día, muy bien sintetizada pedagógicamente, de los datos de las ciencias más preeminentes, la paleontología y la biología, sobre la transformación de los simios superiores en homínidos, y la gestación dentro de esta abigarrada familia del homo erectus, y finalmente del homo loquens, especialmente aquél capaz de poseer aptitud para la simbolización. Asimismo el desciframiento del código genético, emprendido hace décadas por Monod y Jacob especialmente, y que en los últimos años ha determinado el genoma humano. Sigue a esta puesta al día, que el lector agradece, una viva discusión sobre la naturaleza singular, cualitativamente diferenciada entre el hombre y los restantes animales. Allí Gómez Pin muestra su segunda gran fidelidad (además de la primera, la aristotélica): me refiero al ascendiente cartesiano de su pensamiento.

No acepta de Descartes el abismo trazado entre la máquina animal y la res cogitans materializada en el hombre. En este punto sigue las huellas más moderadas de Aristóteles. Pero sigue a Descartes en su innatismo, sólo que recreado en el modo insigne de Chomsky en su célebre libro Cartesian lingöistics: como prueba del carácter de "universal antropológico" de las grandes estructuras germinales y generativas de la gramática humana, base y sustento del logos.

El libro discute con vigor y elocuencia las tesis de los "animalistas", sustentado en esas bases principalmente, y siempre con un acopio de información científica que da particular interés al texto, especialmente en los últimos capítulos, en los que la aptitud lingöística y racional es examinada, lo mismo que las orientaciones estéticas y éticas que distinguen este animal singular que es el hombre de los simios superiores.