Ensayo

Elogio de la pereza

Tom Hodgkinson

3 noviembre, 2005 01:00

Merienda en la hierba, de Manet (1863)

Trad. de N. Artigas. Ed. del Bronce, 2005. 250 pp. 15 e.

Hace ya más de una década que la crítica cultural se hace desde las zonas privilegiadas del capitalismo. La crítica ha caído en manos de intelectuales como los que describen J. Heath y A. Potter en su libro Rebelarse vende (Taurus). Intelectuales que han hecho de la contracultura un negocio.

Tom Hodgkinson es familia de un grupo en el que Naomi Klein, D. Brooks, el autor de Bobos en el paraíso, o el Bernard Schwartz de Por qué más es menos son estrellas de un mercado editorial de bestsellers que les da de vivir con mucha generosidad. El pasado año Corinne Maier tocó gloria con Buenos días, pereza (Península), una estrategia deliciosa eso sí, destinada a parasitar las empresas francesas.

Hodgkinson es un educado treintañero inglés instalado en Dorset para poder contemplar el Atlántico y vivir con su novia. Dos hijos y la dirección de la revista por él fundada, "The Idler" (idler significa ocioso u holgazán), además de escribir artículos y otras cosas, le han dejado tiempo para su Elogio de la pereza, una crítica llena de ingenio y humor de la sociedad anglosajona que en buena medida se puede aplicar al resto de los países desarrollados.

Ser perezoso para Hodgkinson es no afanarse en lo que para cualquier trabajador del Reino Unido es hoy normal. Para escribir esta apología de la perza, su autor ha dividido el día en veinticuatro horas y de cada una de ellas ha escrito un capítulo. Inicia su texto a las ocho de la mañana, momento en el que el buen perezoso, en lugar de levantarse para ir a trabajar, debe continuar en el lecho. Ha de resistir porque "el trabajo fue inventado para facilitarle las cosas a los de arriba". Con esto en la cabeza, nada de programas mañaneros de radio en los que se habla de actualidad política. Nada de café que despeja y que en el fondo es un invento de los norteamericanos para substituir el consumo de bebidas alcohólicas y producir más.

Las horas del día van pasando, y la receta de Hodgkinson es seguir en la maravillosa cama, siempre existen triquiñuelas para escaquearse en el trabajo. A la una, la hora inglesa de comer, el autor rechaza el sandwich y reclama la típica comida española que dura hasta las cinco de la tarde y, por supuesto, después de la siesta. Las seis, cuando el sol ya se ha puesto, es el momento a partir del cual el buen perezoso mezcla tónica y la ginebra. Para el autor, el alcohol es no solo un facilitador social sino un sacapuntas del ingenio y la creatividad. Conforme caen las horas, el perezoso británico deberá fumar, instalarse en su pub favorito, conversar con los amigos y prepararse para la fiesta, el sexo y los intoxicantes más contundentes. Más tarde llegará la hora de dormir y soñar nuevas excusas para evitar que "la enfermedad del trabajo" invada al perezoso.