Ensayo

El canon científico

José Manuel Sánchez Ron

24 noviembre, 2005 01:00

José Manuel Sánchez Ron. Foto: Mercedes Rodríguez

Crítica. Barcelona, 2005. 342 páginas, 19’95 euros

"¿Cuánto le deben nuestras raíces a los libros que hemos leído? Todo, mucho o nada: según el ambiente en el que hayamos nacido, la temperatura de nuestra sangre, el laberinto que la suerte nos ha asignado." Bajo la advocación de esta cita de Primo Levi propone José Manuel Sánchez Ron el (su) canon científico e inaugura una bienvenida colección de clásicos de la ciencia y la tecnología.

El autor ofrece una selección de ideas, textos y científicos que considera esenciales en la historia de la ciencia y, en segundo plano, de la tecnología, tomando como referencia explícita el controvertido Canon occidental que en el ámbito literario ha propuesto Harold Bloom. La selección opera a dos niveles: el de los libros y científicos elegidos y el de la amplitud con que son tratados. Por orden cronológico se suceden las panorámicas históricas, esbozadas de forma sucinta y amena, y van apareciendo las grandes figuras de la ciencia en su contexto, junto a reproducciones parciales y facsímiles de las portadas de los textos más señeros, empezando por el juramento hipocrático.

El de José Manuel Sánchez Ron, como el de Bloom, es un canon occidental, pues se inicia con sendos capítulos sobre Grecia y Roma, en los que con acierto se nos presentan los hitos científicos más significativos de esas culturas. Tal vez se podría echar de menos a Columela y su De re rustica, libro que no sólo encarna la ciencia natural romana sino que sintetiza la griega, citando decenas de textos que no han llegado hasta nuestros días, y por qué no, a Lucrecio y su gran síntesis teórica De rerum natura, aunque sea un texto en verso.

Isaac Newton, el grande entre los grandes, y su agitada estela dominan apropiadamente el corazón del libro, y Lavoisier, otro gigante, fundador de la Química moderna, también recibe el tratamiento que se merece. Más discutible es, sin embargo, que se resuma el siglo XIX como "el siglo del electromagnetismo" y que se trate de forma en exceso apresurada el despegue de la química, la bioquímica y, ya en el XX, la biología subcelular (las dos últimas, prácticamente ausentes en el canon). Incluso Mendel, cuya influencia sobre la ciencia moderna es comparable a la de Darwin, se subestima sumariamente, lo mismo que la genética y la biología molecular del siglo XX.

Como acierta a señalar el profesor Sánchez Ron (capítulo XXIV), el siglo de la ciencia, el XX, es al mismo tiempo el de la hegemonía del artículo científico y el del ocaso del libro como vehículo de la novedad científica. Aunque no faltarían libros relevantes, como por ejemplo The Nature of the Chemical Bond and the Structure of Molecules and Crystals, de Pauling, el canon de la ciencia contemporánea estaría más cerca de una antología de artículos que de una de libros, y esta babelización lo haría más difícil de realizar para un solo autor y menos asequible para cualquier lector.

Confiesa Sánchez Ron que el presente canon corresponde a su "personal, y evidentemente subjetiva, visión". En efecto, puede discernirse el hecho de que el autor ha sido novicio en el convento de la Física Teórica antes que cocinero de la Historia de la Ciencia. Lord Rutherford, con evidente intención peyorativa, dividía la ciencia en Física y Numismática, y así parece hacerlo Sánchez Ron a los ojos de alguien que, como yo, ha sido mero pinche en la cocina experimental de la Química y la Biología. Teoría y experimentación han sido las dos yeguas que han tirado del carro de la ciencia, y si es cierto que la primera ha tomado con frecuencia la iniciativa, no siempre ha sido así, y ambas deben ser consideradas protagonistas esenciales. No olvidemos que fue su colección de sellos la que le valió el premio Nobel a Rutherford. El sesgo señalado es inevitable para cualquier canon, catálogo o antología realizados por un solo especialista, o incluso por unos pocos, pero dicho sesgo no resta en absoluto valor a este tipo de ejercicios, cuya utilidad es como puerta de entrada o introducción, más que como registro definitivo de mérito o relevancia. Matices aparte, este canon es una aportación valiosa que debería ser lectura obligada para muchos, sobre todo para estudiantes universitarios de cualquier pelaje.