Ensayo

El libro por venir

Maurice Blanchot

24 noviembre, 2005 01:00

M. Blanchot (izquierda) con Levinas

Trad. C. Peretti y E. Velasco. Trotta, 2005. 301 págs, 19 euros

Juan Benet afirmó en su día que el novelista es un crítico fracasado. Blanchot es un caso singular porque no sabemos muy bien si se cumple en él esta boutade o la afirmación contraria.

Fue, en efecto, novelista y crítico. En los años 50 aparecieron sus ensayos más famosos, entre ellos el que ahora se traduce impecablemente. Y desde 1969, dio en publicar textos de naturaleza mixta, ensayístico-narrativa, los que acaso reflejaban mejor su naturaleza dual. Blanchot resumía su currículo siempre con las mismas palabras: "M. B., novelista y crítico, nació en 1907. Su vida está enteramente consagrada a la literatura y el silencio que le es propio". Atinada autodefinición que se hace cierta en El libro por venir, donde se recoge la mitad de los ensayos que publicó en la "Nouvelle Révue Française" entre 1953 y 1958.

No estamos ante un escritor de fácil lectura. Su discurso exhibe un elevado nivel de abstracción, pues su crítica es primordialmente reflexiva, muestra una indesmayable voluntad de estilo y parece fluir de su propia biografía. No deja de resultar significativo que el joven Blanchot fuese un esforzado lector de Husserl y Heidegger, de lo que le quedará un indiscutible sustrato fenomenológico. Para él todo libro que no se lee es, en cierto modo, una obra que no se ha escrito todavía. Así, a lo largo de sus páginas aparece reiteradamente una palabra de tan honda raigambre fenomenológica como experiencia.

Sin embargo, de las cuatro partes que componen este libro, las dos últimas -"Acerca de un arte sin porvenir" y "¿Hacia donde va la literatura?"- miran más a la perspectiva de la creación que a la de la recepción literaria. Estamos en 1959, y así Blanchot podría parecernos un precursor de la corriente posmoderna representada por The Death of Literature (1990) de Alvin Kernan, heredera del apocaliptismo de McLuhan en cuanto a la difícil pervivencia del arte de la palabra en la nueva "Galaxia Internet". Pero su línea argumental es muy otra.

Blanchot, que dedica varios ensayos, algunos excelentes, a grandes figuras del modernismo tales Proust, Broch, Musil, Kafka, Hesse, Beckett y Virginia Woolf o, incluso, a destacados escritores del "nouveau roman" como Duras o Robbe-Grillet, vaticina el final de la literatura no a causa de ningún factor exterior, sino de su propia evolución. En este sentido, conecta a Mallarmé con Barthes. "La literatura va hacia sí misma, hacia su esencia que es la desaparición" (pág. 231). Hay, sin duda, una clara relación entre los autores en los que Blanchot se fija, que llevaron la escritura a sus más altas cimas contemporáneas, y la percepción que tiene de que no se puede ir más allá, lo que significa, de otro modo, la muerte de la literatura.