Ensayo

Breve historia de Sudáfrica

R. W. Johnson

8 diciembre, 2005 01:00

Nelson Mandela. Foto: Archivo

Trad. de Jordi Beltrán. Debate. Barcelona, 2005. 368 páginas, 13’50 euros

Si escribir la historia de cualquier país en cuatrocientas páginas es una tarea difícil, resumir la de Suráfrica -desde la Edad de Hierro de los khoisán y los bantúes hasta el sueño del surafricanismo común de Mandela-, parece un imposible.

R.W. Johnson lo ha hecho con un resultado notable. Periodista e historiador surafricano emigrado a Oxford, donde enseñó desde 1969 hasta 1995, Johnson es un conservador desencantado con las promesas de una nación común del Congreso Nacional Africano (CNA) a su llegada al poder en 1994. "Al cabo de una década, está claro que los dos nacionalismos (el viejo y el nuevo, el blanco y el negro) tienen mucho en común, cuando están en el poder", escribe. "Debemos hacer frente a la triste verdad de que Suráfrica, con el fin del apartheid, cambió una serie de nacionalistas autoritarios y hegemónicos por otra y que muchas de las esperanzas de liberación se han desvanecido al multiplicarse las similitudes entre estas dos hegemonías", añade. El autor desmonta la propaganda del apartheid sobre una Suráfrica deshabitada hasta la llegada de los blancos en 1652 y describe cómo los blancos procuraron durante tres siglos que los negros no adquiriesen conocimientos que les permitiesen competir con ellos.

A diferencia de la mayoría de los países africanos, Suráfrica no tuvo un sencillo período precolonial. De hecho, durante mucho tiempo no hubo una división nítida entre sus colonizadores y sus colonizados. En Suráfrica no hubo un solo colonialismo, sino varias formas de dominio blanco que competían entre ellas y esta competencia acabó provocando una de las guerras más encarnizadas de la edad contemporánea: la de los bóers. El choque de civilizaciones, en Suráfrica, quedó oscurecido desde el principio por sus inmensos yacimientos de oro y diamantes."Esta guerra [...] contribuyó a dar al futuro estado sudafricano la forma que tendría durante generaciones", escribe. "También tuvo repercusiones decisivas en la política exterior y colonial de Gran Bretaña, y en la teoría y la práctica de la guerra en todo el mundo".

En opinión del autor, el último siglo, el de la construcción de un solo país, de razas separadas, habría tenido un final muy distinto si el Partido Nacional no hubiera optado desde el principio del apartheid por la integración económica. La perestroika de Gorbachov, el boicot de los inversores, el debilitamiento del CNA en el exilio, la personalidad de Mandela y el valor de De Klerk conducen al anuncio del 2 de febrero de 1990 del fin del apartheid. "Fue maravilloso ver al primer presidente negro elegido por mayoría abrumadora y ver cómo era aceptado no sólo con serenidad, sino con afecto y orgullo por todos los sudafricanos", escribe R. W. Johnson sobre la elección de Nelson Mandela en 1994. Desde entonces, concluye, todo ha ido cuesta abajo a causa del nepotismo, la emigración de los mejores, el sida, el paro y la caída en picado de las inversiones.