Ensayo

Sueño, fantasmagoría

José Luis García Martín

8 diciembre, 2005 01:00

Libros del pexe. Gijón, 2005. 286 páginas, 15 euros

El poeta, profesor, crítico y editor José Luis García Martín envuelve bajo el género de "ensayo de ficción" una colección de textos breves, como píldoras que tuviesen por cometido la reivindicación de la intimidad y la erudición. El libro nos parece una receta para sobrevivir, una prueba de que "el significado de la vida no se encuentra: se inventa".

Las prosas vienen divididas en varios capítulos, pero todas conectan. García Martín nos habla de ciudades, de lecturas, de escritores. Pero éste es también un libro de memorias, de confesiones. Demasiado intenso, incluso, a pesar de lo fragmentario, para ser leído de una sentada. Ateo, racionalista y nostálgico, García Martín canta a la belleza del mundo, a la bondad de los desconocidos, y no cierra los ojos ante el terror y la podredumbre. En Nápoles entiende que la "felicidad es un reflejo de un reflejo", en Portugal, que "somos barcos errantes", y en Valencia que todos estamos desamparados, que "la noche nos apura a todos". Menos resignado, en Jerusalén descubre que "el patriotismo y la fe al pudrirse engendran la peor barbarie".

Promiscuo de ciudades, novio permanente porque nunca se queda pero siempre vuelve, nos interesa el viajero sobre todo porque nos habla de hombres y mujeres, de libros o de cine. Donde la mayoría ve un decorado amable, García Martín ve la huella de Yourcenar, Quiñones, Browning, Julien Green o Goldoni. Con una cabeza tan bien amueblada, es inevitable añadir a la observación referencias insólitas. Si comenta la película Big fish, reflexiona que "ser padres es criar cuervos que comienzan probando su fuerza con quien más les quiere".

El valor específico de Sueño, fantasmagoría, reside en dos aspectos. Por un lado en la habilidad de un lector de rarezas para relatar historias en que se borran los límites de la verdad. El amante de librerías de viejo, el fetichista literario, nos cuenta un encuentro casi de terror con unos manuscritos de Bécquer. Por otro lado, el erudito, el que lee y relee lo que nadie, nos rescata curiosos pasajes o material marginal. Quien quiera saber qué concepto tenía Juan Valera del pene, quien quiera saber de qué podía presumir Valera, que acuda a este libro. García Martín sabe que lo olvidamos todo, "lo que hemos escrito, lo que hemos leído, lo que hemos vivido". La memoria es piadosa con nosotros. Pero contra la memoria se escriben libros como éste.