Image: Exposición del sistema del mundo

Image: Exposición del sistema del mundo

Ensayo

Exposición del sistema del mundo

Pierre-Simon Laplace

26 enero, 2006 01:00

Pierre-Simon Laplace

Trad. J. L. Arántegui. Crítica, 2006. 608 págs., 39 e.

Con su Traité de la mécanique celeste (1799) salta Laplace desde una astronomía empírica, basada en la observación de los movimientos planetarios, a una ciencia demostrativa de las causas que gobiernan el mundo: las leyes conocidas experimentalmente se van a desviar tras él, mediante razonamientos geométricos y analíticos, de unas leyes muy generales, las deducidas del principio de la gravitación universal.

De ese modo los fenómenos celestes podrán ser reducidos a cálculo, adelantándose a las observaciones que no habrían podido determinarlos sino al cabo de muchos siglos. Es digno de señalarse, dice el autor, que sin salir del laboratorio y sólo comparando sus observaciones con el análisis, podría un astrónomo bien prever lo que van a ofrecer los tiempos venideros como también retroceder hacia el conocimiento de los diversos cambios que el sistema solar ha venido sufriendo anteriormente. Esa sumisión de todo su engranaje a los dictámenes de la gravitación universal señala ya en aquel momento la prevalencia de las tesis de Newton sobre las carte- sianas, que basaban en vórtices y remolinos los movimientos de los cuerpos celestes y que entran definitivamente en su ocaso.

Pues bien, unos tres años antes de la publicación de su obra capital, y como una especie de introducción a ella, dará Laplace a la luz esta Exposición del sistema del mundo, en la que, utilizando un lenguaje no matemático, va indicando al lector ilus-
trado pero no especialista el camino que han seguido los geómetras para alcanzar aquellas teorías. Por sistema del mundo entiende el conjunto de cuerpos que orbitan alrededor del Sol, que en aquel tiempo comprende siete planetas, incluido el recientemente descubierto Urano, catorce satélites y los cuatro únicos asteroides conocidos entonces de los situados entre Marte y Júpiter, además de los cometas. Y ataca tres cuestiones fundamentales de la mecánica newtoniana: la figura de la Tierra, el problema de los tres cuerpos y la aplicación de la teoría, más allá del sistema solar, a las lejanas estrellas.

Progresivamente va pasando de describir la apariencia con que los movimientos celestes se ofrecen a nuestra contemplación a la consideración de los auténticos movimientos reales producidos por un principio regulador, el de una atracción proporcional a las masas y recíproca del cuadrado de las distancias; y de esa fuerza universal surgen, al examinar sus efectos, no sólo los fenómenos conocidos sino otros enteramente nuevos, verificados luego por la experiencia. ésta sería una sinopsis de lo que el libro enseña, el cual tiene la virtud de ir explicando cada una de las razones por las que el científico construye paso a paso su doctrina, con sus dificultades y sus problemas.

Tal vez quepa lamentar que a una producción como la de Laplace, que une a una enseñanza profunda un admirable estilo, claro, puro y elegante, no acompañe el retrato moral del personaje, que se nos aparece como un arribista sobrenadando camaleónicamente en los sucesivos regímenes políticos de aquella turbulenta Francia; muy de des-
tacar, su amistad con Napoleón, a quien, junto con Berthollet, apadrinó en su ingreso en el Instituto de Francia. Pero en lo que hoy aquí conviene, quedémonos con este libro, resumen de la astronomía entonces vigente, y escrito en el más hermoso lenguaje científico.

Una buena traducción, la primera que de él se hace al español, y una brillante introducción de los profesores Javier Ordóñez y Ana Rioja, que además salpican de notas aclaratorias todo el texto, completan la narración de este testigo de la ciencia digno de un lugar preeminente en nuestra biblioteca.