Ensayo

Cambio de destino

Jon Juaristi

9 febrero, 2006 01:00

Jon Juaristi. Foto: Antonio Heredia

Seix Barral. Barcelona, 2006. 415 páginas, 20 euros

Quienes conocen la obra de Jon Juaristi a través de cualquiera de sus manifestaciones (ensayo, poesía, filología), o están al tanto de su trayectoria política y civil, seguramente estarán de acuerdo en que esa obra y esa trayectoria postulan un personaje complejo, vehemente y contradictorio.

Un personaje complejo que es, precisamente, el que presta su voz a los poemas y argumenta con pasión no exenta de rigor en sus ensayos históricos y filológicos; y el que ha encontrado, en el trato con esas materias y en su propia experiencia personal, argumentos suficientes para, junto con otras (escasas) figuras relevantes del mundo académico e intelectual vasco, enfrentarse a la compleja trama de intereses creados que sustenta el mito nacionalista.

Vástago de una familia de la clase media bilbaína, Juaristi conoció la consabida iniciación en el extremismo sectario que afectó a tantos otros jóvenes de su generación. Quizá ésa es la parte más delicada (y, a la vez, más apasionante) de estas memorias: la que explica, en clave histórica, la desorientación ideológica y personal que llevó a un notable número de jóvenes vascos (y a buena parte de sus familias, por puro mecanismo de solidaridad clánica) a apoyar la violencia de Eta y a preparar el terreno para la hegemonía sociopolítica del nacionalismo.

La tesis de Juaristi es clara: el País Vasco de su infancia y adolescencia vivía en una burbuja de tiempo detenido, con las cicatrices de la guerra civil aparentemente cerradas en una paz social consagrada por el dominio de la Iglesia. El ulterior desarrollo industrial y la llegada masiva de inmigrantes dieron a los nacientes movimientos de oposición al franquismo un sesgo ultranacionalista, más o menos disimulado por las tesis revolucionarias en boga. No debió de ser fácil sustraerse a los efectos de esa aberrante mezcla. En el caso de Juaristi, ayudó no poco la simple curiosidad. La que, por ejemplo, llevó al entusiasta estudioso del vascuence a constatar muchas de las falsedades con las que muchos propagandistas de la lengua vernácula pretendían defenderla. Simplificando mucho, podría reducirse la tesis de estas memorias a ese viejo adagio que dice que el nacionalismo se cura leyendo; en el caso de Juaristi, fueron muchas las lecturas que le llevaron a una sempiterna posición de disidencia respecto a los avatares que el nacionalismo no violento (e inicialmente de izquierdas) conoció en el País Vasco: la llamada "Eta VI" (por oposición a "Eta V", partidaria de la violencia), el PC local, Euskadiko Ezkerra, el propio Partido Socialista como destino final de muchas de estas formaciones progresivamente "moderadas", el Foro de Ermua... "Desconfío de las organizaciones demasiado estables, sobre todo si hay mucho universitario y artista por medio", afirma Juaristi en las páginas finales. Es el corolario, entre cínico y lúcido, de quien ha conocido de primera mano las presuntas buenas intenciones de bastantes organizaciones y su posterior y casi inevitable deriva hacia las disensiones y los particularismos.

Al lector no avisado puede resultarle difícil seguir al autor en esta rapidísima crónica, cuajada de nombres propios y alusiones retrospectivas. Pero es esa misma rapidez la que presta al texto su ritmo peculiar, exento de declaraciones pomposas o autojustificaciones detalladas: es la propia fuerza de los acontecimientos, parece decir el autor, lo que impulsa esta rápida evolución hacia... ¿el Partido Popular, quizá, o lo que él mismo llama "sinecuras" oficiales y académicas? Tampoco. El autor se muestra muy discreto respecto a sus últimos y sorprendentes avatares (entre ellos, su conversión al judaísmo). De algún modo, el Juaristi religioso y aficionado al esoterismo se iguala a los integrantes de esa memorable nómina de "ocultistas de Neguri", a los que consagra algunas de las páginas más curiosas y divertidas de estas memorias (que también tienen, cómo no, sus momentos trágicos y elegíacos). En esto, como en algunos rasgos de estilo, el autor se acerca mucho a Pío Baroja: también el gran novelista vasco fue el más "barojiano" de sus personajes.