Ensayo

República, periodismo y literatura

Javier Gutiérrez Palacios

9 febrero, 2006 01:00

González Ruano

Tecnos. Madrid, 2006. 992 páginas, 46’15 euros

La segunda República pasa por ser la primera experiencia democrática de nuestra historia aunque no falten las voces de quienes creemos que una caracterización tan somera está necesitada de algunas precisiones para que se entienda mejor la naturaleza de aquel régimen.

Un reciente libro de Stanley G. Payne (El colapso de la República), ya reseñado en estas páginas, podría servir muy bien de guía de trabajo para esa necesaria revisión en la que algunos han entrado con un utillaje conceptual muy tosco y con escaso rigor en el manejo de las fuentes.

En cualquier caso es innegable que si la República no trajo el sufragio universal -ya existía desde 1890, aunque su aplicación estuviese muy viciada-, sí trajo una nueva forma de movilización política y una profunda renovación del personal dirigente, que fue protagonista de un radical programa de reformas que generaría muchas tensiones y desembocaría en un inmenso fracaso colectivo de la convivencia.

En ese proceso, como en cualquier sistema democrático, la Prensa jugó un papel destacado como resonador del gran debate político que tuvo como epicentro al Congreso de los Diputados. A las cabeceras que ya existían en la Prensa española, como eran "Abc", "El Debate", "Heraldo de Madrid", las que llevaban el título "El Liberal" en diversas ciudades, "El Socialista", "El Sol", o "La Vanguardia", vinieron a sumarse otros títulos que aparecieron por aquellos años, como "Ahora", "Claridad", "Crisol", "Informaciones" o "Luz". Ya conocíamos algo del clima de aquella prensa con la publicación, también recogida en "El Cultural", de una recopilación de algunos de los trabajos más significativos -y muchos de ellos inéditos- de cuatro grandes periodistas de aquellos años como fueron Josep Plá, Agustí Calvet ("Gaziel"), Julio Camba y Manuel Chaves Nogales, que aportaban una mirada tan inteligente como crítica sobre aquella situación. El volumen llevaba el título de Cuatro historias de la República (Destino, 2003).

El que ahora nos ocupa es, sobre todo, una extensa antología, compuesta de más de doscientos cincuenta artículos de aquellos años, obra de casi setenta autores entre los que, un tanto sorprendentemente, sólo aparece Camba de los cuatro citados anteriormente, tal vez porque el autor se ha centrado en la Prensa madrileña, aunque esa explicación no sirva para justificar la ausencia de Chaves Nogales. Es innegable, en cualquier caso, que son todos los que están, entre los que aparecen los integrantes de la llamada generación del 98 (Azorín, Unamuno, Machado), así como los de la de 1914 (Zulueta, Pérez de Ayala) articulados en torno a Ortega, con el contrapunto de d’Ors. Junto a ellos algunos de los jóvenes de entonces (Alberti, Cernuda, Díaz Plaja, Max Aub, Ayala). Junto a ellos, políticos en activo, desde las filas socialistas (Jiménez de Asúa o Prieto, pero no Araquistáin) hasta la extrema derecha de Primo de Rivera o Ledesma Ramos. Y también periodistas de pura cepa como César González-Ruano, Eugenio Montes o Víctor de la Serna.

Esta acumulación de brillantes testimonios, que el autor presenta en este volumen con muy buen criterio, no debe ocultar el hecho de que la prensa sufrió una vida muy azarosa durante aquellos años y que el marco legal en el que tuvo que moverse no facilitó su tarea de servir de plataforma a la libertad de expresión que es inherente a cualquier sistema democrático. La ley de Defensa de la República, de octubre de 1931, permitió la actuación arbitraria de los gobernantes y la situación no mejoró sustancialmente con la ley de Orden Público de 1933.

Por otra parte, no hubo una excesiva sintonía entre la Prensa y los proyectos reformistas de los nuevos gobernantes. "El Sol", el diario que mejor hubiera representado la nueva situación, entró por entonces en una fase de cambio empresarial y Manuel Azaña, en sus diarios, siempre se quejó de no contar con una Prensa que sintonizara con los proyectos de reforma de su gobierno. Un escenario, en cualquier caso, abigarrado y abierto que se refleja muy bien en las páginas de esta apasionante antología.