Ensayo

Europa: una aventura inacabada

Zygmunt Bauman

6 abril, 2006 02:00

Zygmunt Bauman. Foto: Peter Hamilton

Traducción de Luis álvarez-Mayo. Losada. 2006. 216 págs, 17 euros

Entre las muchas consecuencias de la presunta concentración de poder en un único candidato al papel imperial global a que asistimos figura, de modo cada vez más notorio, la reactivación del interés por el viejo problema de la identidad europea. Y, en general, del futuro de Europa.

El debate es antiguo y en él han participado desde quienes tempranamente definieron la cultura europea como "prometeica" (Goethe) a los que cifraron sus raíces en la filosofía griega, el derecho romano y el legado del Cristianismo (Zubiri), sin olvidar a quienes, como Denis de Rougemont, reivindicaron como rasgo esencial de Europa su "función globalizadora", que hizo de ella un factor decisivo en el proceso evolutivo de la humanidad. O a quienes han preferido considerarla como una "patria de las diversidades", un "proyecto de futuro", el espacio privilegiado de una incitación permanente a aprender a vivir el Uno con el Otro y a vivir como el Otro del Uno, desde la conciencia de que "todos somos Otros y todos somos nosotros mismos" (Gadamer). Sin que el debate se haya limitado, claro es, a lo que pudiera ser Europa en algún sentido más o menos "esencial". Recuérdese la reciente contraposición, analizada por Habermas, sobre lo que "deberá ser" la Europa del futuro, entre una "Europa de los pueblos", en la que la nación imaginaria de los miembros de una comunidad histórica y ética, dotada de unos "derechos históricos colectivos", sería asumida como prioritaria, y una "Europa de los ciudadanos", protagonizada por la ciudadanía supranacional (o posnacional) real, capaz de garantizar a cada individuo la igualdad y la protección de sus derechos, independientemente de su origen, idioma o creencias.

Sin la menor concesión a la duda o a esa sutil mala conciencia de la que tantos europeos no logran librarse al valorar el significado civilizatorio de la "aventura europea" en y para el mundo, Bauman entrega hoy a sus lectores un vibrante alegato a favor de la función de Europa como "levadura y principio activo". Y se pregunta por las razones que llevan hoy a tantos a ocultar esa función. En su opinión, quienes tienden hoy a negar o minusvalorar la singularidad de Europa obedecen al temor a asumir "el costoso compromiso con sus obligaciones hacia el resto de la humanidad" que conllevan esas cualidades que hacen de Europa un "fermento planetario". Europa descubrió, en efecto, para Bauman la cultura y fomentó una cultura de la inquietud y de la duda, volcada al cuestionamiento del orden de las cosas. Que largos siglos de comercio desigual se vuelvan hoy contra Europa no debe velar, para Bauman, el dato básico de la legitimidad que asistió a Europa en su proceso de "europeización del mundo".

Con todo, Bauman no deja de llamar la atención sobre las sombras que acechan hoy a Europa: el envejecimiento de la población, el deterioro económico, la emergencia de una posibilidad nueva de "modernización sin europeización", la marea de la inmigración, la reivindicación americana de la supremacía militar, económica y cultural, el terrorismo... Sea como fuere, Bauman dedica unas páginas muy lúcidas a estas cuestiones, en las que tanto va a los europeos. Pero su diagnóstico es optimista.A diferencia de Steiner, por ejemplo, que en su Idea de Europa (Siruela, 2005) sugiere lo difícil de la supervivencia de ésta a efectos de los odios étnicos, el chovinismo nacionalista o la unificación cultural a la baja en la estela de la globalización, Bauman sostiene la actualidad y necesidad profundas, y por lo tanto, la vitalidad de la inacabada o inacabable aventura europea. De una Europa capaz de mirar más allá de sus fronteras y de superar su vieja tentación autorreferencialista. De realizar, en fin, fiel a sí misma, su "misión mundial". En el bien entendido de que para Bauman esta nueva aventura europea exigirá un precio: "el uso de los valores y de la experiencia ético-política de autogobierno democrático" que Europa ha ido adquiriendo de cara a la construcción de una nueva comunidad mundial. A saber: "una comunidad humana totalmente inclusiva". ¿Utopía o desafío? Habrá que dejar tiempo al tiempo.