Ensayo

Un nuevo paradigma para comprender el mundo de hoy

Alain Touraine

27 abril, 2006 02:00

Alain Touraine, por Gusi Bejer

Traducción de María Tabuyo y Agustín L. Tobajas. Paidós. 272 páginas, 19 euros

Nacido en Francia en 1925, Alain Touraine es profesor en la Universidad de Paris-Nanterre, director de la Escuela de Altos Estudios de Ciencias Sociales y uno de los pensadores más brillantes y reputados de su generación. Desde que en 1965 publicase Sociología de la acción, su interés por el análisis del comportamiento humano visto a través de los sistemas de trabajo ha constituido una preocupación central en sus investigaciones. Con el paso de los años su campo de estudio se ha ido deslizando hacia un mayor interés por el sujeto de la acción social.

Publicado en Francia el pasado año, Un nuevo paradigma para comprender el mundo de hoy es un texto que se inscribe en ese interés de Alain Touraine por el actor social que podemos encontrar en Anthony Giddens y en el filósofo alemán Jörgen Habermas. De este último toma su preocupación por el estudio de la comunicación -y ya no de la conciencia- y por encontrar un universalismo de tipo kantiano como componente esencial de la ética de la conducta humana.

Lo que ha resultado una verdadera e interesante sorpresa en este último libro de Touraine no es tanto su deriva -anunciada ya para un lector atento a su obra- hacia un individualismo metodológico sino la radicalidad de su postura. Para empezar, afirma que el análisis de la realidad social requiere un nuevo paradigma de pensamiento. Si la sociedad se estudiaba hace doscientos años en términos políticos, esto resulta ahora imposible. La revolución industrial y el capitalismo desplazaron, en su opinión, al poder político y se constituyeron en la base de la organización social. Dicho de otro modo, para Alain Touraine las sociedades occidentales pasaron de un paradigma político, en el que las categorías de análisis sociológico eran la paz frente a la guerra o el rey frente a la nación, a otro paradigma económico y social. En este último, las categorías analíticas eran otras, como burguesía y proletariado, sindicatos y patronal, o estratificación y movilidad social. Ahora, en pleno siglo XXI, en realidad lo que se precisa es un análisis "no social" de la realidad social. Dicho análisis re-quiere construir un nuevo paradigma capaz de conceder toda su importancia a los problemas culturales. En el nuevo paradigma las cuestiones culturales cobran tal importancia que el pensamiento de la ciencia social debe organizarse ineludiblemente en torno a ellos.

Para articular su propuesta, Alain Touraine ha dividido Un nuevo paradigma en dos partes. En la primera, presenta el final de lo social y el conjunto de fenómenos de descomposición social y de resocialización que marcan el transito al siglo XXI. En la segunda, presenta las nociones que están en el núcleo del nuevo paradigma: el sujeto y los derechos culturales. El paso marcado por Alain Touraine parte de su reflexión sobre la globalización vista como una forma extrema de capitalismo que separa la economía de las instituciones sociales y políticas. La primera consecuencia de todo ello es la fragmentación de lo que antes se denominaba la sociedad y el derrumbamiento de las antiguas categorías. La segunda es el triunfo de un individualismo que, además, propician los medios de comunicación y la publicidad.

En realidad, esta doble preocupación ante el fenómeno de la globalización y la pérdida de lo social a manos de un sujeto que se erige como verdad última es algo que encontramos en distintos pensadores. Es el caso, por poner dos ejemplos, de Vicente Verdú y de Zygmund Bauman. En las dos últimas obras de Verdú se plantea el fin del capitalismo de producción a manos de un sujeto marcado por su afán de consumo y por una desmedida necesidad de satisfacer su individualidad. Por su parte, el polaco Bauman, en Modernidad líquida, muestra cómo las viejas lealtades y las asentadas creencias han pasado de la antigua solidez a un estado líquido que se amolda a cualquier necesidad planteada por el imperio del dinero. En su opinión, se ha creado una élite global desgajada de todo tipo de territorialidad. El poder de esta élite reside en su capacidad para eludir toda responsabilidad social.

Mientras Zygmund Bauman escribe desde una posición a caballo entre la filosofía y las ciencias sociales, Alain Touraine se ciñe al pensamiento sociológico. Anclado en la sociología, advierte al lector, con mucha razón, de la necesidad de repensar los conceptos y los marcos de pensamiento que se han venido utilizando para estudiar y analizar la sociedad. Términos como clase social, movimiento obrero, flujos de personas o emancipación han de entenderse a la luz del tiempo presente. Un nuevo paradigma es un brillante análisis del cambio social que las sociedades complejas han experimentado a lo largo de las dos últimas décadas. Las condiciones de vida de las instituciones políticas y sociales se han transformado empujadas por un conjunto de nuevas reglas y costumbres que los ciudadanos han tomado como suyas en un espacio de tiempo que asombra a muchos por su brevedad. Y ese cambio requiere, para Touraine, una nueva manera de pensar la sociedad. Valga la redundancia, un nuevo paradigma que, sin duda, aparece cargado de incertidumbre.

Sin embargo, no todo es pesimismo en Alain Touraine. Sobre el individualismo se eleva el deseo del ser humano de constituirse en actor y sujeto de su propia existencia. Dicho sujeto es capaz de crear instituciones y "reglas de derecho" que sostengan la urdimbre de su propia libertad y de su creatividad. Familia e instituciones educativas constituirían dos ejes básicos sobre los que construir un nuevo dinamismo social, en el que las mujeres habrían de desempeñar un papel crucial, capaz de recomponer lo que el modelo occidental ha destruido.

La importancia de lo femenino como factor multiplicador de un cambio que alcanza su paradigma en las distintas expresiones de la cultura. Las mujeres disponen, en opinión de Alain Touraine, de una mayor capacidad para entender, propiciar y asimilar los nuevos derechos culturales que reclaman grupos minoritarios como son los inmigrantes o quienes, en razón de sus creencias o sus orientaciones sexuales o políticas, se sienten maltratados o en desventaja.

En un pensador como Alain Touraine, de formación clásica, quizá extrañe una obra como la que nos ocupa, destinada a mostrar que lo social, elemento clave de la sociología, ha cedido su centralidad a lo cultural. En todo caso, la densa línea argumental de Un nuevo paradigma para comprender el mundo de hoy está acompañada por una reflexión innovadora que, desde distintas posiciones, converge con la suya.


Alain Touraine
"Emigrantes y estudiantes comparten hoy un mismo sentimiento de exclusión y discriminación"
Hace unos días Alain Touraine explicaba a "Die Zeit" por qué las protestas de los estudiantes franceses no son movimiento social como el 68:
-No. En Francia no ha habido nunca una huelga que no haya sido calificada de movimiento social. Pero desde hace mucho tiempo, el único éxito de las huelgas consiste en paralizar los transportes públicos. Ya no se trata de una lucha por las oportunidades de futuro, sino de defender lo ya adquirido. Para que existan movimientos sociales hace falta la confianza y la esperanza que alentaban la fe en el futuro propia de las protestas estudiantiles de 1968. Pero éstas se produjeron en una fase de prosperidad económica y ahora la situación es muy diferente, imperan el miedo y la desconfianza. Entonces se luchaba por una nueva movilidad social, mientras que hoy el dinamismo y la flexibilidad se consideran factores que fomentan la inseguridad. No cabe duda de que una protección contra el despido más laxa puede contribuir a disminuir el paro juvenil. Pero parece que los franceses están dispuestos a entablar una guerra civil por un pequeño cambio.
-¿Y qué relación cree que existe entre los disturbios de los suburbios del año pasado y las actuales protestas estudiantiles?
-A primera vista parece que media un abismo entre ambos fenómenos. Los inmigrantes dan muestras de una total desorientación social y prenden fuego a los coches porque no son capaces de expresarse y no tienen valedores. Por el contrario, los estudiantes de instituto y los universitarios pertenecen a un grupo privilegiado y reciben un enorme apoyo por parte de los sindicatos. No obstante, inmigrantes y estudiantes están unidos por un sentimiento de exclusión y discriminación: los jóvenes de la periferia de las ciudades llevan ya mucho tiempo fuera de la sociedad, mientras que los estudiantes tienen miedo de que les bloqueen el camino hacia el futuro y de acabar engrosando las filas de los excluidos. Sin embargo, la intromisión de los sindicatos de profesores de instituto y universidad que atizan el miedo a la reducción de las prestaciones sociales y a la liberalización, no está exenta de intereses de clase. Y los sindicatos contemplan por vez primera la posibilidad de llegar a un público nuevo: los jóvenes y los parados.
-¿Se agudizarán las actuales protestas?
-La desintegración social es demasiado grande como para pensar en una huelga general o en una extensión de las acciones de protesta. La esperanza necesaria para poner en marcha cualquier proceso de transformación no se puede generar a base de anticuadas consignas tomadas de la lucha de clases. Soy muy pesimista y me temo que la actitud de bloqueo de los manifestantes y la incapacidad de negociación del gobierno podrían desembocar en una auténtica explosión y abocarnos a un proceso de aprendizaje muy doloroso. Los franceses necesitan adoptar una visión del mundo nueva y también tienen que revisar a fondo sus ideas acerca del bien común.