Josu Ternera, una vida en ETA
Florencio Domínguez
15 junio, 2006 02:00Florencio Domínguez
El presidente Zapatero estaba muy preocupado por saber de los cabecillas etarras en septiembre de 2005, cuando recibió al lehendakari Ibarretxe en La Moncloa. "Y esos Otegi y Ternera, ¿cómo con?", le preguntó. Hacía más de un año que había recibido una carta de ETA, de contenido aún incógnito, y llevaba tiempo dándole vueltas a una aproximación. Otegi es conocido; está todos los días en los medios por sus manifestaciones o por sus citaciones ante los jueces, y muchos saben de su participación en el secuestro fallido del diputado y padre de la Constitución Gabriel Cisneros. De Josu Ternera hay menos datos. Este libro pretende elaborar su bio-grafía de terrorista, de jefe etarra, de parlamentario vasco, de huido de la justicia y, por lo que parece, de interlocutor en lo que se ha llamado "proceso de paz".Florencio Domínguez, redactor jefe de la agencia Vasco Press, ha compuesto un informe abundante en datos que reconstruye la biografía de Ternera y recuerda la historia de ETA, que son inseparables, pues el ahora huido terrorista lo ha sido todo en la banda, atracador de bancos (p. 29), jefe, organizador de asesinatos, responsable de las finanzas, encargado de la provisión de armas (p. 165) y hasta progenitor de etarra: el mayor de sus dos hijos, Egoitz, pasó tres años en una prisión francesa condenado por asociación de malhechores y ataques a viviendas y policías (p. 286).
Ha sido siempre un activista, no un teórico. Enrolado en ETA desde los 17 años, su formación ha sido la militancia y la violencia. Poco aficionado a la letra -"esto de escribir no va conmigo", confesó-, dice que ha estudiado historia "pero por libre, porque es incapaz de aguantar exámenes" (p. 216). No obstante, ha publicado un libro, aunque se trata de un recetario de cocina elaborado con sus ensayos culinarios en prisión.
Sí se formó en la acción violenta; fue en Argelia con instructores del ejército, quienes le adiestraron en artes marciales, combate en campo abierto, tiro con metralleta, fusil y pistola, lanzamiento de granadas de mano, colocación de explosivos y conservación de armas (p. 67). De lo cual, obtuvo un nutrido botín: cuando fue detenido en enero de 1989 y contaba 38 años de edad, había pasado 21 en ETA durante los cuales habían caído asesinadas casi 600 personas. (p. 191).
El libro deja claro que siempre optó en ETA por la violencia, que pretendió "ablandar al Estado" mediante grandes atentados, que siempre exigió la autodeterminación de Euskadi y que nunca se arrepintió. Este es el personaje que, otra vez desde la clandestinidad -está huido desde que hace casi cuatro años no se presentó ante el Supremo para responder de un atentado- y como cabeza de ETA, se alza en interlocutor para las conversaciones que el Gobierno quiere celebrar. El libro de Florencio Domínguez es muy útil para entender cuál puede ser el discurso etarra en esos contactos. Al presidente, tan interesado en conocer la cara de ETA, le podría ilustrar sobre las posibilidades reales -no sobre los sueños, que son gratis- de un acercamiento al jefe de los criminales.