Ensayo

Entre la soledad y el amor

Alfredo Bryce Echenique

30 noviembre, 2006 01:00

Alfredo Bryce Echenique. Foto: Archivo

Debate. Barcelona, 2006. 112 páginas, 15 euros

El lector adicto a Alfredo Bryce Echenique confirmará gracias a este libro los principales temas que subyacen en su narrativa, en sus memorias y hasta en sus artículos reunidos en libro por el autor. A la soledad y el amor, según figuran en el título, deben añadirse la depresión y la felicidad. ¿A esta temática se reduce una obra tan extensa, rica en matices, dramáticamente jocosa?: "Creo pues que ya tenía yo derecho a elegir el ensayo para abordarlos desde una perspectiva que poco o nada tenga que ver con la ficción", asegura. Y, en efecto, salvo el capítulo dedicado a la depresión, el más narrativo, en el que se sirve de su habitual mecanismo de relato seudoautobiográfico, teñido de ironía y humor, el resto del volumen respondería a un inédito Bryce volcado a la reflexión casi filosófica, a la bibliografía utilizada más o menos conscientemente. Adquiere la perspectiva de un escritor serio que escribe, como siempre sin una palabra fuera de su lugar, con brillante precisión, en un rictus que parece inhabitual. Sin embargo, puede descubrirse alguna clave que permite iluminar ciertas zonas de su labor creadora. Al tratar de su depresión, por ejemplo, tras aludir a los humoristas que escaparían de ella por su oficio, tomando como referencia el libro de G. Berto, El mal oscuro, concluye sirviéndose de la tercera persona: "Recogió todo lo que de ella pudo recoger e inventó con su memoria todo lo que de ella pudo inventar, como homenaje a la vida dolida, a un médico maravilloso llamado Z., a un amor perdido, a la infinita pequeñez de la que fue capaz, y así, de esta manera, logró recuperar al menos en la literatura suya [...] sus grandezas y miserias desmesuradas; y logró recuperar, repito, la estatura moral perdida y también el amor por unos años de su propia vida que creía perdidos".

No cabe duda de que el novelista peruano nos acaba de dar la clave de la inspiración de una de sus novelas fundamentales, si no de todas ellas, al tiempo que desvela la naturaleza de su técnica expresiva. Tampoco resultará difícil rastrear el sustrato de su pensamiento: el existencialismo generacional en el que se formó, ni cabe dudar de un pesimismo relativizado por el paso de los años. Es contundente en el análisis de la soledad, aunque matiza: "La soledad no existe para aquel que puede recordar los momentos en que no estuvo solo y sabe que esos momentos no volverán", pese a que en las páginas que le dedica ofrezca modos de soportarla. Los modelos que utilizará, además de su experiencia, serán los personajes de la narrativa universal. Al paso, deslizará preferencias literarias, alusiones a Borges o a Cortázar, los escasos ejemplos del sentido del humor hispanoamericano; pero pasará de Sartre o Proust a Kant, Hegel o al platonismo cuando trate del fenómeno amoroso. La felicidad ocupa apenas seis páginas del libro. Pero casi concluye que la culminación de nuestros deseos no es fácil, aunque "podemos y debemos desear todo aquello que necesitamos, y disfrutarlo". El resultado podría calificarse de epicúreo, si no fuera porque se sirve indiscriminadamente de Pascal o de Lledó, de Montaigne o Unamuno. El novelista se limitará a ofrecernos reflexiones acumuladas en sus años de lecturas , de cine, cultura. Vida y literatura se nos confunden en su obra. También aquí.

Creo que la parte dedicada a la depresión, subtitulada Del humor, del dolor y de la risa (Crónica de una depresión), constituye, valga la paradoja, el capítulo más feliz del libro. En definitiva, se aleja poco de sus narraciones y en ella se permite el autor describir situaciones que, a los ojos del lector, resultarán tal vez exageradas, pero que desde la perspectiva del protagonista-narrador resultan razonables. En este contraste reside también lo mejor de la literatura de Bryce, fruto de su inseguridad vital. Por ello, aparece un protagonista que invade el conjunto. La enfermedad ha conllevado la pérdida de un amor ("desesposado") y la desolación le conducirá al médico salvador y posteriormente cómplice, el doctor Z., en Barcelona. Conocemos la clave, pero ello no disminuye el valor de la experiencia y su excelente traducción literaria. Quizá algunos puedan servirse de este pequeño tratado como autoayuda. En él se resume no sólo el pensamiento, sino las experiencias, cuajadas de anécdotas, de historias literarias ajenas en unas pocas líneas. Porque no cabe duda de que la soledad, la depresión, la felicidad o el amor preocupan a todos los mortales. Pero el autor va más allá adentrándose en otros problemas no menos esenciales: la juventud, la sociedad moderna y sus transformaciones, la vejez, la elegancia, la moral o la muerte. El mundo de Bryce Echenique, como no podía ser de otro modo, es el de todos nosotros.