Image: ¡Basta de mentiras!

Image: ¡Basta de mentiras!

Ensayo

¡Basta de mentiras!

John Pilger (ed.)

5 abril, 2007 02:00

Anna Politoskaya, una de las protagonistas del libro

Traducción de Joan Solé RBA. Barcelona, 2007 495 páginas. 24 euros

Este libro es un buen ejemplo de cómo una excelente idea puede quedar malograda por falta de ecuanimidad. El objetivo del periodista John Pilger era reunir una muestra del mejor periodismo de investigación, ése que ha dado a luz piezas magistrales mediante las que han sido descubiertas parcelas de actualidad que otros, generalmente gente con poder, querían ocultar. The New York Times con el caso de los papeles del Pentágono y The Washington Post con el caso Water-gate trazaron el camino de una tarea profesional muy valiosa para los ciudadanos que luego ha tenido continuadores notables, algunos de ellos en nuestro país. Está aún por hacer una historia total y serena de este fenómeno, que acrece el valor del periodismo como servicio al derecho a la información -al derecho a saber- de todos. A ese propósito podrá contribuir la antología de Pilger, que contiene textos memorables, pero hará falta la independencia de criterio de la que ella carece. Pilger encabeza su trabajo con una acertada frase del estadounidense T. D. Allman, que decía: "El periodismo verdaderamente objetivo no sólo capta los hechos correctamente: capta el significado de los hechos correctamente". El lector se las promete muy felices con tan pertinente alusión al periodismo explicativo -tan necesario ante un profuso tráfico de mensajes que no siempre ayuda a entender la realidad- y también con otros juicios acertados del compilador, como su alusión al peligro que entrañan algunos multimedia dirigidos "por unos poderosos supeditados a los beneficios", en los que "muchos periodistas forman parte de un aparato propagandístico sin apenas saberlo". ésta era una de las denuncias del polaco Ryszard Kapuscinsky, que se quejaba de que jóvenes periodistas no pueden hoy pedir consejo profesional a sus jefes llegados de campos ajenos al periodismo y ocupados en ganar dinero e influencia. Pilger denuncia a los periodistas que son "portavoces de los portavoces, repetidores de consignas", una verdadera adulteración de la profesión, y festeja la labor del periodista que mira de frente al poder y ejerce su trabajo con valentía, que no ha de ser poca cuando toca enfrentarse a un poder político "opaco".

Pilger apuesta, pues, por el periodismo que se la juega para ofrecer información, y eso es de aplaudir, pero al mismo tiempo se inclina a dirigir su observación sólo hacia una parte. En la introducción y en los textos con que presenta cada pieza, deja ver imprudentes sesgos. Dos ejemplos entre muchos posibles: califica a los integrantes de la Contra nicaragöense como "sanguinarios terroristas" mientras elude valorar la acción de los sandinistas, y califica de "guerra sucia mediática" la actividad periodística incómoda para Hugo Chávez o para las "reformas auténticamente populares" de otros Gobiernos.

Y así, la mayor parte de los textos seleccionados investiga a Gobiernos democráticos, especialmente de Estados Unidos y de Inglaterra, mientras brillan por su ausencia esfuerzos periodísticos para desenmascarar barbaridades y crímenes de Gobiernos corruptos y totalitarios. Los países que vetan la libertad resultan beneficiados frente a las democracias porque se esconden bajo la penumbra que implantan, y selec-ciones como la de ¡Basta de mentiras! les hacen además un favor, contribuyen a ocultarlos más. Efectivamente, hay que acabar con las mentiras, también con la mentira del silencio, también con la mentira de mirar para otro lado.

Por lo demás, el libro ofrece algunos documentos históricos, entre ellos el guión de un programa radiofónico de Edward R. Murrow sobre la caza de brujas del senador McCarthy, y que hace pocos meses vimos en España retratado en la película de George Clooney Buenas noches y buena suerte. Y nombres conocidos del periodismo internacional desfilan por sus páginas. Pero junto a la ausencia de imprescindibles reporteros de los diarios citados al principio, lo peor es la oblicuidad de la selección, alejada del fin de la objetividad que proponía Allman.