Image: La vida eterna

Image: La vida eterna

Ensayo

La vida eterna

Fernando Savater

5 abril, 2007 02:00

Fernando Savater

Ariel. Barcelona, 2007 261 páginas. 17’50 euros / En busca de la trascendencia. Alejandro Llano. Ariel, 2007. 165 págs. 12’90 e

Resulta llamativo el aluvión de libros que están apareciendo sobre temas religiosos vistos desde los más diversos ángulos. Que sus orientaciones sean también enormemente dispares, es algo lógico en una sociedad donde impera la libertad de expresión. Pero lo singular es que, de una forma o de otra, esa baraúnda convive con la mentalidad cientificista que es igualmente imperante. Se diría que hay media humanidad que cree que todo está resuelto y que lo que no está resuelto se va a resolver, seguro, y que la otra insiste en que, cada vez que se resuelve algo, se descubre un campo de preguntas sin respuesta mayor que el anterior. Unos ven todo claro con solo conocer el ADN de un chimpancé y otros se sorprenden de que, con los límites que supone un ADN parecido al del chimpancé, los hombres sigan ternes en aspirar al absoluto. Algo tiene que haber detrás de una conciliación entre semejantes contrarios. En estos días, se lo plantean desde muy diversos puntos de vista, Fernando Savater, Alejandro Llano, Luigi Giussani (en la enésima reedición de El sentido religioso), Gauchet, Ferry... ¿Son realmente los mismos sus respectivos puntos de partida? Sí, pero con matices: del hambre de absoluto que hay en toda mujer y todo hombre, se ocupan Gauchet, Ferry y Llano; Giussani lo relaciona inequívocamente con Dios (Llano también, pero no es el objeto de su libro) y Savater lo atribuye a la sed de inmortalidad que hay en toda mujer y en todo hombre. Lo siguiente es el análisis de esa sed de infinito y, en ese punto, el mejor hilo argumental es, a mi entender, el de Alejandro Llano; porque no rehúye ninguna de las conexiones que tiene el asunto con las ciencias experimentales en su estado más puro (la biología, la genética y todo lo demás). Savater no entra en ese terreno porque reconoce su rechazo del Diseño Inteligente como mera posibilidad, y las ciencias experimentales abocan a ello, aunque sólo sea porque es difícil que una evolución a lo Darwin sea capaz de diseñar un ser capaz de preguntarse por el fondo que subyace en la evolución a lo Darwin como se lo preguntan los cinco autores que menciono. Ferry y Gauchet tampoco entran en ello demasiado; no pasan de insistir en la pertinacia de lo absoluto en eso de ponérsenos delante. Giussani lo da en cambio por supuesto -que la realidad obedece a un proyecto- por un camino distinto al de Llano, que es el de aconsejar que, a toda costa, aceptemos la realidad como es, en toda su amplitud, envergadura y contenido, porque ella habla por sí sola si se le deja hablar sin hacer oídos sordos.

ésta es la solución de Giussani. La solución de Ferry es menos concreta pero tiene que ver con ello: lo absoluto está ahí -en la raíz de todos nuestros deseos- y es inútil que nos empeñemos en negarlo y, por tanto, en rechazar la posibilidad de que lo absoluto esté por encima de nosotros (o sea que exista Dios). Llano no da soluciones; se limita a decir que él cree en Dios y lo que hace es jugar magistralmente a la lógica del sinsentido en un diálogo figurado con un anónimo conversador que, como él, sabe mucho y de muy diversos campos científicos. Gauchet se empeña en que el absoluto es real pero en nosotros mismos, o sea que es inmanente, por muy paradójica que sea la explicación de lo absoluto en lo más limitado. Y no da con la fórmula. Fernando Savater, sorprendido porque "el debate reflexivo sobre la cuestión religiosa" siga vigente hasta el día de hoy, viene a decirnos que nos dejemos de zarandajas; que todas esas hambres de lo absoluto vienen de que sabemos que vamos a morir y no lo aceptamos; nos empeñamos en hacernos inmortales, en general por tanto una moral (y una inmoralidad), y con ello estructuras jerárquicas y doctrinales y, al cabo, lo único que logramos es perder el viejo ideal griego de "la vida buena".

Puestos a leer, uno aconsejaría la lectura de todo. Pero al crítico se le exige una orientación: el libro más fácil y ligero es el de Savater. El de Giussani exige cierta capacidad de reflexión. El de Llano requiere ser un poco (o bastante) discutidor. A Ferry y a Gauchet, cuesta entenderlos, en parte porque buscan la cuadratura del círculo. Ferry se acerca más a ella que Gauchet, y eso por el procedimiento de Arquímedes, que no es cosa de recordar aquí.