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Ensayo

Memorias

José Larraz

21 junio, 2007 02:00

Larraz, por Julio M. Fernández

Prólogo de E. Fuentes Quintana Real Academia de Ciencias Morales. Madrid, 2007 538 páginas, 38 euros.

La publicación, por primera vez, de las Memorias de Larraz, en una espléndida edición, constituye un auténtico acontecimiento para la historia económica. No abundan los escritos de este género entre los ministros de Franco, y mucho menos entre los de asuntos económicos, con la excepción de Navarro Rubio y López Rodó. José Larraz fue ministro de Hacienda durante una breve pero decisiva etapa, de agosto de 1939 a mayo de 1941. Es ésta la época en que, apenas acabada la guerra civil, se afirmaban los cimientos del modelo económico dirigista, que sobreviviría -bien que transformándose en parte- a lo largo de treinta y cinco años. Una de las más valiosas aportaciones de las Memorias de Larraz es la revelación, caústica a veces, de las opiniones económicas de Franco. Es preciso recordar, en este punto, que Larraz murió en 1973, de modo que sus Memorias no constituyen ninguna ceremonia de acomodo a una nueva situación política. Por otra parte, como otros muchos católicos conservadores, y a pesar de auspiciar una vuelta a la Monarquía, Larraz no abandonó nunca su fidelidad personal al General.

Para Larraz, era Franco hombre ignaro en cuestiones económicas, particularmente en las financieras; defensor, con visión arbitrista, de la construcción de grandes obras públicas, sin preocuparse de los efectos inflacionistas que pudiera tener una gran elevación del gasto del Estado, financiado exclusivamente por la creación de dinero. Además, Franco y la mayoría de sus colaboradores pretendían cubrir la política social del régimen, no sólo a cargo de los presupuestos generales del Estado, sino con emisiones de deuda especial emitida por diferentes ministerios y organismos públicos. Por si esto fuera poco, el general, tras la guerra, se opuso obstinadamente a la ayuda exterior, bajo pretexto de mantener la dignidad nacional. Esta visión trasnochada trataba de hacerse plausible mediante proyectos rayanos en el delirio, como el descubrimiento de inmensos yacimientos auríferos o la fabricación sintética de hidrocarburos.

Larraz, en su juventud, compartió la visión económica corporativista, como muchos de sus coetáneos conservadores. Pero, tras la guerra, retomó su visión de jurista, con conocimientos económicos ortodoxos, de raíz liberal, cuyo mejor ejemplo español, a comienzos del siglo XX, fue Fernández Villaverde, autor del saneamiento financiero que consiguió borrar las secuelas del 98. Hacendista escrupuloso, firme partidario del equilibrio presupuestario y de la estabilidad de los precios, Larraz alcanzó su mejor logro con la llamada Ley de Desbloqueo, que buscaba la restauración del orden monetario en España, a medida que se desenvolvía la guerra civil y en la inmediata posguerra, evitando que se contagiara al conjunto del país la aguda inflación que había sufrido la zona controlada por el Gobierno republicano. Previamente, Larraz había sido director general de Moneda y uno de los creadores del Servicio de Estudios del Banco de España, que llegó a dirigir en Burgos durante la guerra. Fue también Larraz quien, como ministro, elaboró los primeros presupuestos del Estado tras el conflicto civil, tratando en vano de controlar el recurso al crédito y el gasto público en subsidios y transferencias, mediante argucias que permitieran conseguir la conformidad de Franco. "Has engañado al Generalísimo" le espetó un airado Serrano Súñer. Al cabo, Larraz se vio obligado a dimitir.

Otra razón del interés que revisten estas Memorias es la peripecia personal de Larraz, desde los años veinte al tardofranquismo. Fue Larraz discípulo de ángel Herrera Oria, quien le confió la dirección de la Editorial Católica pocos meses antes de que empezara la guerra. En ese punto, revela algunos testimonios interesantes de Indalecio Prieto, como un proyecto de apoyo parlamentario de la CEDA a un gobierno presidido por el político socialista, una vez consumada la escisión de éste con los partidarios de Largo Caballero, con el fin de evitar el alzamiento militar del 36. Larraz, conforme con dicha propuesta, la transmitió a Gil Robles, pero éste no la creyó posible y apoyó el golpe. Años después reprocharía a Larraz haberse convertido en ministro de Franco, aunque ambos volverían a encontrarse, durante algún tiempo, en el entorno de don Juan de Borbón.

Creía Larraz en la salida monárquica y europeísta del régimen. Sus últimos años, de abogado prestigioso, estuvieron también dedicados a propagar en medios económicos e intelectuales la idea de una Europa federal, en la que España, como Alemania e Italia, encontrara su lugar.