Image: Pancho Villa. Una biografía narrativa

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Ensayo

Pancho Villa. Una biografía narrativa

Paco Ignacio Taibo II

12 julio, 2007 02:00

Foto: Archivo

Planeta. Barcelona, 2007. 884 páginas, 27’50 euros

Paco Ignacio Taibo II se concentra en las vicisitudes personales del caudillo guerrillero, recogiendo con el mayor detalle la turbulenta vida de quien nació llamándose Doroteo Arango (1879-1923). Por lo tanto, quien desconozca el curso de la Revolución mexicana tendrá dificultades para entender el contexto en el que se desarrolla un personaje como Pancho Villa. Por contra, el esfuerzo de investigación y la amplísima bibliografía consultada por el autor, permiten redondear un cuadro excepcional de quien acabó siendo un mito que ha llenado miles de páginas de prensa, cientos de libros y ha ocupado la retina de muchísimos ciudadanos del ancho mundo con sus fotos y películas basadas en su persona. Pese a lo extenso del trabajo, el estilo narrativo que emplea el autor facilita la amenidad de la lectura de una vida de por sí fascinante.

Villa se forjó como un hombre de frontera en el centro-norte de México. Se convirtió en un tipo duro, acostumbrado a vivir en un ambiente bronco, en el que, además de desempeñar numerosos oficios, estuvo fuera de la ley practicando el bandidaje, sobre todo como cuatrero. Las incursiones y la venta del ganado que capturaba le convirtieron en un experto conocedor de su territorio y forjaron una notable capacidad para establecer amplias redes de relaciones y amistades. En consonancia con el ambiente social estaba el espacio físico de sus correrías, desiertos y montañas de condiciones inclementes que él y sus hombres aprendieron a soportar. Se forjó así un temperamento entre astuto y arrojado, entre desconfiado e impetuoso, pues no en vano estaba en juego su supervivencia entre gente no muy distinta que él.

Esa experiencia vital le sirvió para adoptar un peculiar código de conducta al que sería exagerado calificar de ético, pero que hacía las veces de dique contra la barbarie y el exceso que le merodearon toda su vida. Algunos elementos como la intolerancia contra el alcohol o la preocupación por la instrucción educativa, así como un sentido elemental de la justicia, forman parte del bagaje del primer periodo de su vida adulta. Si bien es cierto que en esta etapa nunca fue un Robin Hood, según señala el autor, tampoco estuvo al servicio de unos hacendados que abusaban de su posición oprimiendo a los humildes. En este sentido, se puede decir que aquel Villa era mera consecuencia reactiva de la adaptación a un cuadro social de arbitrariedades e injusticias.

Todo cambia en 1910, al unir su partida a la revolución de Francisco Madero contra el tirano Porfirio Díaz. Desde ahí hasta 1920, cuando acepta unas dignas condiciones de rendición que satisfacen plenamente sus exigencias y las de sus hombres, Pancho Villa se convertirá en el elemento más representativo de la Revolución, el que llevará a cabo las acciones más hábiles y cuyas fuerzas soportarán el mayor peso en los combates, ejecutando operaciones de un atrevimiento y riesgo inequiparables. Su intervención fue decisiva para la toma de Ciudad Juárez que supuso el final del porfiriato (mayo de 1911).

El bagaje del jefe revolucionario no incluía sólo la osadía, la pericia militar y el dominio del terreno. Villa organizó todo un ejército, la División del Norte, disponiendo desde la disciplina hasta la logística y la intendencia, logrando su autofinanciación a través de la extorsión a los propietarios latifundistas porfiristas, el robo de ganado vacuno y caballos y diferentes inversiones. La frontera con los Estados Unidos, pese a los intermitentes embargos, hasta el cierre definitivo para él en 1915, facilitó el acceso a los suministros. También reunió unos cuadros de mando, la mayoría de su misma procedencia social, de primer nivel, que fueron devotos de sus órdenes y de su forma de actuar en la batalla.

De lo escrito por Taibo II se deduce que el control de la zona centro-norte del país, tanto a través de las relaciones de patronazgo y amistad como del poder de convocatoria militar para poner en acción hombres y recursos, convirtió a Villa en alguien incómodo, fuera quien fuera el que ocupase el sillón presiden-
cial. Tampoco éste, quien parece consciente de sus limitaciones para gobernar el país, quiso abdicar de su influencia. Pancho Villa representaba un poder paralelo con el que se tendía a confrontar de forma casi inevitable. Por lo demás, nunca faltaron pretextos para la vuelta a la lucha, pues las fricciones provocadas por su gente y quienes querían vengarse de él o de sus hombres eran constantes. Todo ello convergió en su asesinato el 20 de julio de 1923.