Litvinenko: Rusia dinamitada
A. Litvinenko y Yuri Felshtinski
20 septiembre, 2007 02:00En el primero, publicado en ruso en 2003 y subtitulado Tramas secretas y terrorismo de Estado en la Federación Rusa, Sasha y el historiador Yuri Felshtinski, emigrado a los EE.UU. en 1978, tratan de demostrar que los atentados del 94 y del 99 en Rusia no fueron obra de chechenos sino de agentes del FSB, sucesora del KGB, para abortar las reformas democráticas de Yeltsin, justificar las guerras en Chechenia y catapultar a uno de los suyos a la presidencia de Rusia. "Habríamos querido que nuestros lectores tuvieran la certeza de que el libro no contiene datos inventados", advierten en la introducción. "Sin embargo, llegamos a la conclusión de que, dada la situación actual en Rusia […], sería prematuro publicar los nombres de nuestras fuentes".
En el segundo, subtitulado El envenenamiento de Alexánder Litvinenko y el regreso del KGB, la viuda de Litvinenko, Marina, y Alexander Goldfarb, portavoz y amigo de la familia, se sienten liberados para publicar esos nombres, muchos de los cuales han corrido la misma suerte que Sasha, víctimas, según los autores, de la guerra sin cuartel entre Vladímir Putin y Boris Berezovski, todopoderoso asesor de Yeltsin exiliado en Londres desde la victoria de Putin.
Los parlamentarios Golovliov y Yushenkov fueron abatidos a tiros por ayudar a Sasha a introducir en Rusia el primer libro y el documental basado en él, Assasination of Russia. Y. Schekochijin, subdirector de "Novaya Gazeta", donde trabajaba Politkóvskaya, que publicó por adelantado lo esencial del libro, murió envenenado el 3 de julio de 2003. Casi todos los que han ayudado a denunciar los crímenes del FSB están muertos, en la cárcel o en el exilio.
Los autores no engañan a nadie. Pertenecen al bando de Berezovski, dependen económicamente de él y, en la guerra interminable de espías y contraespías a la que reducen la historia de Rusia de los últimos quince años, son los perdedores. Sus conclusiones son devastadoras, pero dejan abierta siempre una rendija a explicaciones alternativas.
"La arbitraria falta de legalidad en la que ha caído Rusia se ha producido, sobre todo, porque los servicios secretos han actuado de una manera planificada y deliberada para minar los fundamentos del Estado ruso a fin de sembrar el caos y crear las condiciones que les permitieran adueñarse del poder", escribían Sasha y Felshtinski hace cinco años. Todo indica que Sasha fue ejecutado por estas denuncias. "Ningún agente díscolo de rango medio […] podría en modo alguno acceder a esa sustancia (polonio-210)", concluyen Marina y Goldfarb al final del segundo libro, una visión mucho más amplia que la del primero. "Sólo desde niveles superiores del régimen se debería poder acceder a él. Además, estamos seguros de que en el gobierno de Rusia todos los asuntos relacionados con el grupo de disidentes de Londres los controla personalmente el presidente. La operación en la capital británica simplemente no habría podido autorizarse sin su consentimiento".
Como carecen de pruebas irrefutables y el Kremlin insiste en que Sasha ha sido otra víctima de Berezovski para destruir a Putin, al final los autores nos arrojan a un laberinto: "A ambos extremos de este corredor de espejos, en cuyo centro está el cuerpo de Sasha, se encuentran los dos protagonistas principales: Boris y Putin, uno la némesis del otro. Uno de ellos lo hizo. La elección depende del observador".