Ensayo

Laicidad de Estado e Iglesia

José María Setién

27 septiembre, 2007 02:00

PPC. Madrid, 2007. 144 páginas. 12 euros

El libro que acaba de publicar José María Setién (Hernani, 1928) se ha convertido en motivo de comentarios por algo de lo que no trata. Se le relaciona con el debate sobre la asignatura de Educación para la Ciudadanía, aunque Setién no habla de ello. De lo que trata es de aquello en lo que, a su entender, debe consistir el carácter laico de un estado. Parte de la base de que laico es lo propio del pueblo ("laós" en griego). Y eso es fundamental para entender todo lo demás. En consecuencia, la propia Iglesia es -en ese sentido- "laica" y tiene derecho a expresar su opinión como los demás laicos. ésa es la tesis principal.

Para entender que eso se vincule a la Educación para la Ciudadanía, hay que tener en cuenta que en el Reino Unido y en Francia , en las clases correspondientes a nuestra Educación para la Ciudadanía, se habla, sólo, de lo relativo a la esfera pública de la vida social. En España se ha añadido lo relativo a la esfera privada personal. Y, de lo privado, sí habla Setién. Hablar de la esfera privada implica hablar del concepto de persona y de todo lo relativo al llamado derecho de familias. Sin mencionar la asignatura de Educación para la Ciudadanía, Setién explica que nadie tiene derecho a imponer a otro su respectivo concepto de lo que ha de ser todo eso, por más que sea un gobernante elegido por los votos del prójimo.

Pero Setién no niega -al contrario, subraya- el carácter moral que deben tener las leyes de los estados laicos, como es el español. Y eso le aboca al gran problema: quién decide cuál es el sistema de valores en que los gobernantes deben inspirarse. Dice que han de orientarse conforme a los valores que desean los súbditos, claro es que en su misma diversidad, incluso heterogeneidad, pero como valores que les permiten convivir. De hecho, admite la posibilidad de que la convivencia aconseje leyes que la Iglesia condene. Cuando se dé ese caso, el Estado no tendrá derecho a rasgarse las vestiduras porque la Iglesia se queje -como ciudadanía que es a esos efectos- y la Iglesia no tendrá tampoco derecho alguno a hacer otra cosa que quejarse. Lo dice Setién y para mí que tiene razón. Sería más claro si renunciara a la dialéctica "Iglesia-Estado" que recorre todo el libro y hablara de súbditos católicos y de gobernantes, respectivamente. Son estos dos grupos -personas físicas concretas y no meras personas jurídicas como la Iglesia y el Estado- los que pueden ser súbditos y gobernantes y llevar a la práctica sus derechos y sus deberes.