Image: Innovación y tradición

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Ensayo

Innovación y tradición

David Edgerton

29 noviembre, 2007 01:00

Prueba nuclear en las Islas Marshall, en marzo de 2005

Trad. David León Gómez. Crítica. Barcelona, 2007. 337 páginas, 22’50 euros

Al leer unos días en esta misma revista que la mezzosoprano Cecilia Bartoli había creado una Fundación dedicada "a las investigaciones musicológicas que favorezcan la innovación de la tradición", dando a conocer músicas olvidadas en los archivos, me ha llamado la atención la similitud de ese propósito con el mantenido en este libro y reflejado hasta en su título en español (el original era The shock of the old). Sin duda alguna, el arte y las humanidades no están tan alejados de la ciencia ni ésta, desde luego, de la tecnología. Porque aquí también de lo que trata David Edgerton, Hans Rausing Professor de Ciencia y Tecnología en el Imperial College London, es de defender la importancia de lo que puede parecer anticuado: siempre hemos utilizado objetos antiguos y nuevos y "las tecnologías no sólo aparecen sino que también pueden desaparecer y reaparecer y mezclarse y combinarse a lo largo de los siglos". Lo viejo y lo nuevo han coexistido, coinciden y vuelven a encontrarse en un progreso que no deja de mirar al pasado. Debemos tener la libertad de innovar aún en campos que se consideran anticuados, y meditar sobre ello puede presentarnos nuevas visiones de la cuestión tecnológica.

Desde la química orgánica y la electricidad en el siglo XIX y la física nuclear y la biología molecular en el XX, la historia de la invención en el seno de la investigación académica se ve afectada por las tecnologías más relevantes, aunque quizá la época presente no parezca, comparada con el pasado, alentar innovaciones radicales: tecnologías como los rayos X, el automóvil, el avión, el cinematógrafo o la radio no han dejado de difundirse hasta hoy. Todo esto puede ser discutible pero no chocará más que algunas otras conclusiones a que llega el autor matizando, si no contradiciendo, afirmaciones tenidas por indiscutibles.

Así, no ve claro que el crecimiento de un país vaya unido a su innovación: en Japón, por ejemplo, no es proporcional a su inversión e Italia se había enriquecido más que el Reino Unido con mucho menos gasto en investigación y desarrollo; y España, que invierte menos del 1 por ciento del PIB, se reveló como una de las naciones europeas de más éxito. Las naciones acomodadas y de crecimiento lento, dice, gastan mucho más que las pobres, de crecimiento rápido; y es que el empleo de la tecnología en cada nación apenas depende de las investigaciones realizadas por ella (confío en que nuestras autoridades no le hagan en esto mucho caso).

Analiza también la relación entre las invenciones y la guerra. En la primera guerra mundial predominó la química, con la utilización del gas, y en la segunda, la física, con el radar y la fuerza nuclear, y ahora se está en el tratamiento de la información. Las grandes innovaciones armamentísticas del siglo XX han sido adelantos civiles trasladados al entorno bélico; en cambio, los militares han tenido en el desarrollo de la tecnología (aviación, radar, etc.) una importancia en lo no militar mayor de la reconocida. Y hasta afirma que, a pesar de la perfección de las armas, han descendido las bajas por acciones de guerra.

No he hecho sino transcribir algunas ideas que me han parecido curiosas pero el lector encontrará nuevos ámbitos y ejemplos históricos en los que incide el título, tratando de responder a preguntas como cuáles son las tecnologías más significativas del siglo XX, cómo han sido sus efectos en lo social y en lo económico, si han convertido al planeta en una aldea global, si han afectado al cambio climático, etc. Crear, pues, interrogantes sobre la función de las tecnologías en la historia, que se ve tranformada por ellas, aún en las más modestas o aparentemente caducas. Un poco como Bartoli, que rescata a la Malibrán y a un belcantismo casi proscrito en tiempos recientes.