El saber del ciudadano
Aurelio Arteta
21 febrero, 2008 01:00Hay muchas variedades de nacionalismo, pues éste tiende a combinarse con otras ideologías, desde el liberalismo hasta el fascismo, pero en todos los movimientos nacionalistas se encuentra sin embargo un núcleo duro, que Abascal identifica con precisión: se trata de la convicción de que la humanidad está dividida en un tipo peculiar de grupos, llámense naciones o pueblos, a quienes corresponde la soberanía de un territorio. A partir de ahí el nacionalismo conduce inevitablemente a dos problemas que afectan a la democracia: el de la exclusión de quienes habitan en un territorio pero no comparten las características ancestrales que supuestamente definen a esa nación, y el del choque entre nacionalismos incompatibles. Su impecable análisis es puramente abstracto, pero de fácil aplicación a casos concretos. Resultan muy esclarecedores sus argumentos respecto a la controvertida cuestión del derecho de autodeterminación de los pueblos, entendido como derecho de secesión. Desde la perspectiva democrática sólo cabe aceptarlo en dos casos: cuando se trata de un territorio en el que los derechos humanos han sido masivamente violados por las autoridades del Estado al que pertenece (Kosovo); y cuando se trata de una separación libremente acordada por las partes implicadas (Chequia y Eslovaquia).
Arteta disecciona por su parte la aparente paradoja de la tolerancia, que es una virtud democrática básica, pero resulta falseada cuando conduce a una renuncia a las propias convicciones. Como ejemplo de falsa tolerancia, Arteta alude al multiculturalismo, entendido como la tesis de que las personas deben subordinarse a los valores de su cultura de origen, evitar el debate racional con individuos de otras culturas y renunciar a la búsqueda común de unos valores universales. En último término, tanto el nacionalismo como el multiculturalismo, tal como se definen en este libro, ponen en cuestión el principio fundamental de la democracia: la convicción de que todos los seres humanos son iguales en sus derechos fundamentales y que todos están llamados a participar en el debate público que conduce a la toma de decisiones, sin verse limitados por su lengua, su etnia, su religión o su supuesta adscripción nacional.