Ensayo

Los verdugos y las víctimas

Lauren Rees

6 marzo, 2008 01:00

Himmler con Adolf Hitler

Traduc. Antonio Prometeo Moya. Crítica. Barcelona, 2008. 248 páginas. 23’50 euros

A Lawrence Rees, que ha realizado excelentes documentales históricos para la BBC, el lector español le conoce ya por dos libros, Auschwitz (2005) y Una guerra de exterminio: Hitler contra Stalin (2006). En Los verdugos y las víctimas resume 35 entrevistas con personas que vivieron algunos de los episodios más atroces de la II Guerra Mundial, incluidos algunos criminales de guerra que medio siglo después tenían el aspecto de ancianos amables y educados. Rees aporta algunos comentarios para proporcionar el entorno histórico y para valorar el testimonio de los entrevistados, pero sobre todo les deja hablar. Ciertos verdugos cometieron tales atrocidades que nos resulta difícil aceptar que sean nuestros semejantes. Ese lituano que al servicio de los nazis exterminaba judíos y que admite haber sentido curiosidad por ver el impacto de su bala en el cuerpo de un niño. Ese soldado japonés que tras haber violado y asesinado a una mujer china comió su carne. Ese médico, tan abyecto como algunos de sus colegas alemanes o soviéticos, que participó en las operaciones quirúrgicas que los japoneses realizaron con fines experimentales sobre prisioneros chinos. Otros contribuyeron al exterminio masivo de seres humanos sin mancharse de sangre, como ese burócrata de las SS que trabajó en Auschwitz y guarda un recuerdo agradable de la vida en el campo principal, convenientemente lejano de las cámaras de gas. En cuanto a la mayoría de los alemanes, ni siquiera sabían que Auschwitz existía y preferían no plantearse que les podía estar ocurriendo a los judíos, así es que nos sentimos tentados de comprender a aquéllos a los que entusiasmó el régimen nazi, como la anciana señora que recordaba complacida la recuperación económica, la desaparición del paro, el orgullo patriótico y el triunfo de un arte en su opinión más sano que trajo consigo la llegada de Hitler al poder. Nos desconcierta saber que los monstruos no siempre se comportaban como tales: según múltiples testimonios Himmler, uno de los peores criminales de la historia, era un jefe que trataba con gran amabilidad a sus subordinados.

El testimonio de las víctimas es aún más impactante. Esa niña judía alemana, de familia acomodada, que mucho antes de descender al infierno del gueto de Lodz, vio como sus compañeros de colegio se volvieron contra ella apenas comenzó la discriminación. Esa enfermera y militante comunista, hecha prisionera por los alemanes, que tras el final de la guerra fue condenada a trabajos forzados por traición a la patria, condena habitual para los soviéticos que se habían dejado capturar en vez de hacerse matar. O esa niña alemana que presenció la orgía de destrucción y violaciones a la que las tropas soviéticas se entregaron tras tomar su ciudad, empujando a muchos civiles al suicidio colectivo.

Entre los entrevistados hay héroes que no se dejaron arrastrar por las circunstancias y se mantuvieron fieles a sus principios, pero se trata, como observa Rees, de un tipo de gente muy poco común. Es el caso de ese comunista alemán que, tras haberse puesto a salvo en la URSS, regresó a Alemania para incorporarse a la lucha clandestina contra Hitler y que, detenido y brutalmente golpeado, se negó a revelar el nombre de sus camaradas. O el de ese oficial británico, al que sus sólidos valores victorianos le permitieron resistir a las terribles condiciones de un campo de prisioneros japonés. O el de la abuela de la niña alemana antes citada, quien supo encontrar la fortaleza para evitar que su hija, repetidamente violada, se suicidara con sus dos pequeñas. Un judío polaco, superviviente de un campo de exterminio, expone la que es quizá la principal conclusión del libro: no conocemos a fondo a nadie, porque no sabemos cómo se habrían comportado en circunstancias extremas. "A veces, -explica- cuando estoy con alguien que se porta con mucha amabilidad, me pregunto: ¿cómo habría sido este sujeto en Sobibor?".