Image: La furia y el silencio. Asturias, primavera de 1962

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Ensayo

La furia y el silencio. Asturias, primavera de 1962

Jorge M. Reverte

1 mayo, 2008 02:00

Jorge M. Reverte. Foto: Begoña Rivas

Espasa. Madrid, 2008 282 páginas, 21’90 euros

"¿A quién le interesa un libro sobre el movimiento obrero?" El lector que abra este volumen se encontrará esa pregunta en la primera línea de la introducción, como un disparo intelectual a bocajarro que fuerza a la reflexión. Efectivamente, ¿qué hace un narrador y ensayista de éxito como Reverte metido en la sucia y dura faena del movimiento obrero (¡a estas alturas!) y, encima, sobre mineros en unas coordenadas muy concretas, la cuenca asturiana a comienzos de los años sesenta? La pregunta en cuestión -y todo lo que implica- no es asunto baladí, como demuestra el propio autor al reiterarla, casi en los mismos términos, al final del mencionado prefacio: "¿Tú piensas -se dirige a la editora- que le puede interesar a alguien un libro sobre mineros en 1962?"

Es obvio que a esas alturas el autor ya se ha contestado a sí mismo, pero no es menos cierto que ha tenido que mediar un tiempo de dudas e incertidumbre, desde la idea inicial a su plasmación definitiva. Y en ese lapso Reverte ha hallado una respuesta -afirmativa, claro- pero también ha encontrado algo más importante: que el hecho de que la respuesta sea positiva, o sea, que un asunto de estas características (una huelga en definitiva) interese a amplios sectores, y no sólo al lector especializado, depende de cómo se aborde ese mundo y cómo se enfoque el conflicto. Entiéndaseme: no me refiero tan sólo a lo que se denomina "oficio" narrativo (del que Reverte, a todas luces, anda sobrado), sino a algo más importante que implica una revocación de los presupuestos tradicionales y un no menos elocuente cambio en la perspectiva usual de acercamiento al ámbito proletario.

Desde el punto de vista científico -la investigación histórica como disciplina rigurosa- lo único que puede criticársele al autor es la ausencia de una relación ordenada de fuentes primarias y bibliografía general. Pero tanto aquéllas como ésta -en especial las primeras- son magníficas y están muy bien utilizadas, como ponen de relieve las mesuradas notas a pie de página. Reverte se ha servido de la rica documentación de diversos archivos y varias fundaciones, desmenuzando los informes esclarecedores de la Guardia Civil, la Brigada Social y los gobernadores civiles. Pero, junto a ello, es decir, a la par que ha atendido a las fuentes más inexcusables, no ha olvidado el testimonio vivo, el sentimiento humano. Y por eso ha añadido a los fríos legajos e informes burocráticos el recuerdo vívido de los protagonistas y, por si fuera poco, ha querido "sentir" la mina (recorrer personalmente las galerías a quinientos metros bajo tierra donde se desarrollaba la extracción). En otras palabras, el criterio rector, casi el motor de la investigación, no es sólo contar la existencia, sino "olerla y tocarla". Se trata de reflejar los hechos no desde una pretendida objetividad aséptica sino todo lo contrario, desde la empatía y la proximidad.

Como resultado de todo ello, la indagación de aquellos sucesos -de un tiempo y un país ya lejanos en todos los sentidos-, cobra nueva vida. Reverte confiesa que pretendía escribir un libro que tuviera un calor que recordara a la ficción, y puede decirse que lo ha conseguido. En cierto modo su secreto es muy similar al que desarrolló en la trilogía sobre las grandes batallas de la guerra civil: no perderse en datos, cifras o estadísticas, no empeñarse en la primacía de la infraestructura ni en otras alambicadas edificaciones conceptuales -los grandes lastres de la historia social- sino atender al latido vital, al pulso humano, sin perder de vista al protagonista concreto, ese trabajador de carne y hueso, con nombre y apellidos, que tiene silicosis y una familia que pasa hambre, que sufre palizas y cárcel por pedir una simple mejora laboral.

La huelga minera de Asturias de la primavera de 1962 constituyó indudablemente una sacudida en el seno de un sistema político y un estado de cosas tan cerrado como el que vivía España. Otra cuestión muy distinta es su estimación desde la perspectiva histórica, su trascendencia desde el punto de vista del resurgir del movimiento obrero y la canalización unitaria de fuerzas antifranquistas. Sobre todo esto habría ya mucho que discutir, porque la huelga como tal tuvo un resultado agridulce. Pese a que tantos unos -el régimen- como sus opositores -en especial los comunistas- cantaron victoria, lo cierto es que la partida había quedado más bien en tablas. Las espadas seguían en alto y se avecinaban nuevos y más duros asaltos.