Image: ¿Dios existe?

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Ensayo

¿Dios existe?

Joseph Ratzinger y P. Flores D’Arcais

6 noviembre, 2008 01:00

Joseph ratzinger en los 90, cuando era cardenal. Foto: Gianni Giansanti

Trad. Carmen Bas y Alejandro Pradera Sánchez. Espasa Calpe. Madrid, 2008. 144 páginas, 15’90 euros

Este libro contiene tres textos netamente distintos. Se echa de menos una nota explicativa de la estructura del volumen. El primero es un breve escrito de Joseph Ratzinger, "La pretensión de la verdad puesta en duda", donde desarrolla la tesis de que el cristianismo no sólo es enteramente racional, sino que ha sido, históricamente, la culminación y la superación de la filosofía helenística. Sigue un debate público desarrollado sobre ello en el año 2000 entre el entonces cardenal y el periodista y filósofo Paolo Flores d’Arcais. En él, Ratzinger insiste en su tesis; remite al concepto filosófico de "naturaleza" y de "ley natural" para argöir la racionalidad del cristianismo; pero, a la vez, recuerda que los primeros escritores cristianos no basaron su idea del deber y de la justicia en esos conceptos filosóficos sino en la creación: en el hecho de que el mundo haya sido creado por Dios. D’Arcais, por su parte, rechaza la existencia de la ley natural y afirma, en cambio, la de valores éticos que los hombres han creado pero que deben defender a toda costa para que la convivencia sea posible.

En cuanto a la creación, la rechaza también en nombre del evolucionismo. Ratzinger sólo esboza la réplica de que eso que hace D’Arcais -invocar la necesidad de defender los valores que hacen posible convivir- es precisamente "racional"; que difícilmente puede proceder del azar y la evolución de las especies y que no hablan del amor como razón de ser de todo lo que existe, incluida la convivencia. Prefiere insistir en que está de acuerdo en que ateos como D’Arcais y cristianos como él se mueven en un territorio común y con posturas compatibles, que son las que permiten convivir. Pero D’Arcais lo rechaza: pide a los cristianos el reconocimiento de que creen en lo absurdo. Ratzinger insinúa, claro, que en lo que cree no es en lo absurdo, sino en un Dios que supera toda capacidad humana de conocimiento. El lector puede deducir que, por tanto -según la postura de Ratzinger-, Dios sería completamente "razonable"; pero, dada su dimensión -ilimitada- nadie que no sea el propio Dios puede dar razón de sí mismo.

Durante siglos se ha dicho que Dios da razón de sí mismo por medio de las profecías, los milagros y los testigos. Ratzinger no entra en ello. Así, en la parte final del volumen, en un texto posterior al debate, D’Arcais queda solo ante el astado y pasa, de la insistencia en que el cristiano cree en lo absurdo y que Dios no ha creado el mundo, entre otras cosas, porque no existe y porque, si lo hubiera creado, tendría que explicarnos por qué hay mal. La razón bíblica -el pecado original- la interpreta como desobediencia a un Dios arbitrario que impuso a Adán y Eva que le obedecieran porque sí.

Faltaría, claro es, una respuesta de Ratzinger que aclarase al menos tres cosas: una, si esa interpretación del relato bíblico es correcta a su juicio; la segunda, qué razón pudo tener Dios para crear un mundo que podría no haber creado -la famosa pregunta de Leibniz: por qué existe todo lo que existe siendo así que podría no existir-; tercera, por qué llaman "monoteísmo" D’Arcais y él mismo a una religión que cree en un único Dios que es, sin embargo, trinitario. Llama la atención, en efecto, que, en un libro sobre el catolicismo, no se hable de la Trinidad. Implica, de hecho, reducir su alcance: Ratzinger y D’Arcais reducirían la pregunta sobre si Dios existe, a la respuesta de si es racionalmente aceptable para los humanos que exista. A juicio de este crítico, lo llamativo no es que se quede corto D’Arcais, sino que se quedara tan corto Ratzinger. Sólo se entiende si es que estamos ante un libro "sorpresa" y el cardenal sólo pretendió debatir justamente sobre eso -sobre lo razonable de ser cristiano- y ahora tiene en las manos un volumen donde, con eso, se resuelve nada menos que la existencia de Dios.