Fernando Quiñones
Amalia Vilches
1 mayo, 2009 02:00El gaditano Fernando Quiñones (1930-1998) poseyó ese mundo propio, plasmado en una intensa y variada obra, y fue el centro activo de una compleja red de relaciones personales y literarias, que lo convierten en referente y testigo de mucho de lo sucedido en la vida cultural española del último medio siglo. En su existencia se funde la peripecia humana y literaria del escritor de provincias con la del intelectual que logra situarse en la primera línea de visibilidad. Vivió el despertar de los grupos poéticos andaluces de posguerra, desde el aglutinado en torno a la revista gaditana Platero, de la que fue uno de sus artífices, a otros afines, como el congregado en torno a la cordobesa Cántico o el de los malagueños de Caracola. Su salto a Madrid no supuso tanto una ampliación de horizontes como un cambio de planteamiento en su labor: nace el Quiñones narrador, que asimila las influencias del recién descubierto Borges; y nace también el poeta disconforme con los convencionalismos de las escuelas poéticas en las que había velado sus primeras armas, y empeñado en darles la vuelta desde la original modalidad de poesía epico-lírica que cultivó en la serie de libros que empezó a publicar en 1968 bajo el marbete de Crónicas. Fue también un incansable activista cultural, cuyos intereses abarcaban desde el flamenco hasta el cine.
La biografía que le dedica la profesora Vilches hace justicia a la relevancia intelectual del biografiado y asume el difícil reto de abordar su singularidad humana; lo que hace desde una perspectiva indisimuladamente afectuosa y entusiasta, muy próxima a la del círculo familiar e íntimo del escritor; y discrepante, en ocasiones, de otros testimonios más desprejuiciados que del mismo han dejado algunos coetáneos suyos, tales como Caballero Bonald, Antonio Gala o Aquilino Duque. Como ponen de manifiesto esos testimonios, no es fácil deslindar al intelectual del personaje. Y tampoco la autora de este libro, a pesar de declararse consciente de ese peligro, logra esquivar del todo ese tratamiento ligero de su biografiado, cuyos actos en más de una ocasión despacha como "cosas de Quiñones". También estas excesivas proximidad y familiaridad favorecen a veces un tratamiento alusivo y casi telegráfico de datos que, sin una contextualización adecuada, pueden resultar incomprensibles para el lector no iniciado. Con todo, estos defectos no disminuyen la relevancia y oportunidad de esta primera biografía extensa de Quiñones.
No nos cabe la menor duda de que la rica y variada peripecia humana y literaria de la Generación del 50, en general, y de su rama andaluza en particular, propiciarán otros trabajos para los que esta aportación será insoslayable. Como lo fue su protagonista para no pocos acontecimientos de la vida cultural española.