Ensayo

Misión en Roma. Floridablanca y la extinción de los jesuitas

Enrique Giménez López. Universidad de Murcia, 2009. 302 páginas, 15 euros.

31 julio, 2009 02:00



Enrique Giménez (Alicante, 1947) es uno de los principales expertos españoles en el siglo XVIII. Desde hace años, se ocupa preferentemente de la expulsión de los jesuitas, a la que ha dedicado numerosos estudios y alentar la edición de obras tan importantes como el diario del jesuita Manuel Luengo, editado por la Universidad de Alicante, en la que Giménez es catedrático de Historia Moderna.

La obra de Luengo, que escribe desde Bolonia, constituye una de las bases principales de la investigación que ahora nos presenta, dedicada al análisis del capítulo final de la persecución antijesuítica desencadenada en diversos países europeos de la segunda mitad del XVIII, y en la que tuvieron un protagonismo decisivo los príncipes reinantes de la Casa de Borbón (Luis XV en Francia, Carlos III en España, Fernando IV en las Dos Sicilias, y el duque Fernando en Parma), junto con el Portugal de José I y el marqués de Pombal. Lo verdaderamente importante del nuevo libro es comprobar el papel capital que en la extinción de la Compañía jugó Carlos III -el más decidido de todos los soberanos europeos-, a través de su embajador en Roma entre 1772 y 1776, José Moñino y Redondo, quien recibiría como recompensa el título de conde de Floridablanca (1773), además del ascenso posterior a la cúspide del gobierno de España.

El estudio muestra con todo detalle hasta qué punto la embajada de Moñino tuvo como objetivo preferente presionar al débil papa Clemente XIV (el franciscano Giovanni Ganganelli) para que decretara la supresión de la Compañía, de acuerdo con un plan trazado por los dos fiscales del Consejo de Castilla: Campomanes y el propio Moñino, en 1768. La acción del inteligente y hábil embajador se nos describe de forma minuciosa, reconstruida esencialmente a través de su correspondencia y la de algunos otros personajes, como la del entonces Agente de Preces, el aragonés José Nicolás de Azara. Se nos muestran así sus dudas y vacilaciones, sus opiniones sobre el papa y los cardenales -divididos en bandos según su condición de pro o antijesuitas--, sus manejos con el entorno del papa, especialmente la captación del confesor Buontempi; los sobornos, las entrevistas con el pontífice, la correspondencia para evitar la oposición de los soberanos más favorables a la Compañía, sobre todo la emperatriz María Teresa de Austria.

El libro prueba la importancia decisiva de Moñino, hasta el punto de hacer pensar que tal vez sin él no se hubiera producido la extinción, decretada en el Breve "Dominus ac redentor noster" de 1773, que fue impreso incluso en el palacio de la embajada de España para garantizar el secreto. Antes de que se hiciera público, la Compañía fue desmantelada en los Estados Pontificios, proceso que el autor analiza con detalle. Estudia asimismo la puesta en práctica de la extinción en los territorios dependientes de Carlos III y las contrapartidas obtenidas por el Papa y por cuantos habían colaborado en Roma con la "empresa" de Moñino. Para la Santa Sede, la restitución de los territorios de Aviñón (Francia), Benevento y Pontecorvo (Nápoles), ocupados a raíz de la excomunión del duque de Parma en 1768 por su legislación regalista. Para otros, recompensas de todo tipo en forma de cargos, rentas y honores que en algún caso habían sido previas a la extinción.

Giménez penetra hábilmente en las interioridades de la política de la corte pontificia -magnífico el capítulo relativo al cónclave en el que se elegiría a Pio VI, sucesor de Ganganelli-, en un momento, sin duda, de notable debilidad del papado, fuertemente sometido a los intereses de las monarquías europeas. Un preludio de lo que ocurriría pocos años más tarde con Napoleón, que llegó incluso a desalojar de Roma al papa e intentar suprimir la institución pontificia.