La guerra eterna. Partes de la guerra contra el terrorismo
Dexter Filkins
23 octubre, 2009 02:00Dexter Filkins. Foto: M. Gambarini
Filkins narra muchos horrores pero mantiene siempre su sentido del humor. Su propósito, que logra plenamente, es ofrecer una visión de lo que supone vivir en un país ocupado por fuerzas extranjeras y sometido a una feroz guerra civil que se combate mediante atentados indiscriminados, secuestros y limpieza étnica. Es decir, mucha sangre, mucho dolor y también la necesidad de tirar para adelante, de redondear los ingresos familiares por cualquier procedimiento. Una y otra vez aparecen iraquíes que confiesan a Filkins su odio a los ocupantes y su deseo de que se retiren, pero al mismo tiempo aceptan el dinero para proyectos locales que los americanos distribuyen a manos llenas para ganarse su apoyo. Quizá la entrevista más notable del libro sea la que le concedió a Filkins un insurgente sunní, Abu Marwa, quien le explicó cómo había tenido que matar a dos sirios de Al Qaeda, porque estos habían secuestrado, torturado y asesinado a su tío materno, que era chií. Para él, como para muchos otros iraquíes, la venganza familiar tenía prioridad. La entrevista con Abu Marwa se la había proporcionado a Filkins un intermediario, Ahmed, que tenía una enorme afición a los dólares, y cuando tiempo después los americanos detuvieron a Abu Marwa sus familiares acusaron a Ahmed de haberle traicionado y le exigieron una indemnización, que según el apesadumbrado Ahmed debería ser de 35.000 dólares. Sus amigos locales le dijeron sin embargo a Filkins que, con tantas muertes como había en Irak, la cuantía de estas indemnizaciones se había reducido y que teniendo en cuenta que a Abu Marwa ni siquiera le habían matado 3.000 dólares serían suficientes. Filkins le dio 6.000. La guerra eterna no ofrece análisis estratégicos ni consideraciones morales generales. No discute por qué se invadió Irak ni si fue una decisión acertada. Ofrece, en cambio, relatos fascinantes de primera mano.