Ensayo

Hijos del fin del mundo

Espido Freire

27 noviembre, 2009 01:00

Premio Llanes, 2009. Imagine Ediciones. 2009. 220 páginas. 15 euros


El camino de Santiago de Espido Freire (Bilbao, 1974) es fundamentalmente histórico y sentimental, se articula sobre el trenzado de la memoria infantil con el relato histórico (casi siempre medieval, aunque cruzan también el relato personajes más contemporáneos, como Hemingway) para componer un fresco compacto en el que la vaca que corneó a la abuela está en el mismo plano que el Cid o Roldán. Espido Freire es una narradora solvente y sabe sostener la distancia con la que la mirada embellece (y afea) los recuerdos, al mismo tiempo que el pasado medieval permanece en una especie de lugar intacto y casi mitológico. La narración tiene querencia a los grandes cantos y a las calamidades. Son interesantes, por ejemplo, las páginas dedicadas a la rabia, la peste, la lepra. Espido recupera aquí una conciencia que habitualmente es obviada en la historia del camino de Santiago: la de que su esencia está arraigada no sólo en lo místico, sino también en la conciencia de la enfermedad. Las plagas de peste serán recuperadas más tarde en la narración por otras contemporáneas como el sida o la heroína, de la que hablan algunos personajes con los que la autora se cruza en el camino. Y es que "la enfermedad -y tal vez sea ése uno de los descubrimientos más inquietantes del camino- no transforma a los lobos en seres apacibles. Al contrario, en ocasiones convierte en tiranos a quienes, hasta entonces, no eran sino bobos inofensivos".
La parte histórica de este Hijos del fin del mundo es la más amable, la más documentada y quizá la más convencional. Es más interesante, quizá, la nostalgia de la infancia que va saltando a trompicones acuciada por ciertos encuentros inesperados, como por ejemplo el recuerdo de los árboles que plantaba en la niñez mezclado con las voces de los leñadores vascos que piden perdón a los árboles antes de cortarlos, o el recuerdo de la abstemia temporal de su padre, mezclado con el sabor del vino y el bacalao que se come en el camino.
Tal vez la dimensión más sociológicamente divertida del libro sea la radiografía espiritual de "caosmos" de peregrinos que van sucediéndose a lo largo del camino y que representan tanto la sabiduría como la estupidez mental. Desde los moteros que se persignan hasta los insoportables conversos a la salud o los don juanes mochileros a la caza de la italiana. Laurence Sterne decía que todo paisaje quedaba siempre inmediata e irremediablemente reducido a los límites mentales de su observador, pero Espido Freire demuestra aquí que es posible viajar de otra manera. Bienvenida sea.