Image: Lo que vi en América

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Ensayo

Lo que vi en América

G. K. Chesterton

11 diciembre, 2009 01:00

G. K. Chesterton. Foto: Archivo

Traducción de Victoria León. Renacimiento. Sevilla, 2009. 328 páginas. 18 euros



Leer a Chesterton (1874- 1936) es (quien lo probó lo sabe) una delicia. Este libro de viajes -originariamente escrito en 1922 durante un ciclo de conferencias que el autor dictó en EE.UU. y misteriosamente inédito hasta la fecha en nuestra lengua- es una lección no sólo de talento literario, sino de perspicacia humana, de bonhomía y de algo quizá tan difícil de encontrar como todo lo anteriormente citado: de sentido común. Haciendo suyo aquel famoso lema de H.G.Wells que aseguraba que no merecía la pena pensar en algo si uno no se tomaba la molestia de hacerlo muy detenidamente, el propio Chesterton comienza a reflexionar, ya no sobre América, sino sobre el mismo sentido de viajar: "Nunca he logrado desprenderme de mi vieja convicción de que viajar nos estrecha la mente -comienza este estupendo libro de viajes- En el mejor de los casos, todo hombre necesita un doble esfuerzo de humildad moral y energía imaginativa para evitar dicho estrechamiento". En opinión de Chesterton, si bien no es en absoluto censurable divertirse contemplando cómo un holandés es un holandés, o un chino, un chino, donde se equivoca casi siempre el viajero es en tomarse tan en serio su propia diversión. Y de entre todos los placeres tristes del viajero el más triste de todos: el placer de despreciar al extranjero.

La América de Chesterton, quien desde luego deja en la maleta las ínfulas con las que muchos occidentales contemporáneos suyos contemplaron aquel Nueva York de los primeros rascacielos, es bien distinta. Para empezar es bienhumorada y comienza con la descripción de esos cuestionarios de aduanas a la americana. "En el cuestionario figuraba la pregunta: ¿Está usted a favor de subvertir el gobierno de los Estados Unidos por la fuerza? A lo que, por supuesto, yo habría querido decir que preferiría responder a esa pregunta al final de mi viaje, no al principio". Y continúa con una descripción fascinada de Brodway: "Si un niño viera esas luces de colores se pondría a danzar entre ellas y es obligación de todo poeta, incluso de cualquier crítico, danzar en respetuosa imitación del niño". Pero la mirada de Chesterton no es sólo descriptiva o costumbrista. La América que visita el autor es también una América convulsa y lo cierto es que, si bien muchos de los problemas históricos que se comentan en el libro son ciertamente pasados y a veces cuesta vislumbrar su importancia, en lo profundo el autor hace una verdadera radiografía espiritual de EE.UU. La "americanización" global como proyecto, el auge de la publicidad, el puritanismo, el individualismo, el ansia de entretenimiento, la religión de la democracia, la capacidad de autocrítica, la ingenuidad, el ímpetu, el amor por la desmesura, la fijación por el dinero y la primera plutocracia emergente propiamente americana, todo está mezclado en forma de vivas impresiones en el libro de Chesterton, con su habitual tendencia a desarrollar y pensar los temas desde una perspectiva cristiana y con su particular talento para el humor.

No le preocupa aquí el cristianismo al autor -a diferencia de otros textos- o no le preocupa tanto como tratar de corregir la mirada paternalista y autosuficiente del europeo medio sobre América. En cierto modo este libro de viajes es un auténtico modelo en lo que se refiere a la actitud de respetuosa crítica y de humildad con la que cualquier viajero debería disponerse antes de visitar una nación que no es la suya, también un modelo, qué duda cabe, de sentido del humor, más que contra los principios ajenos, contra los propios.