Lugares donde se calma el dolor
César Antonio Molina
22 enero, 2010 01:00César Antonio Molina. Foto: Esther Lobato
Respondiendo al proyecto comenzado con Vivir sin ser visto y cuya segunda entrega fue Regresar a donde no estuvimos César Antonio Molina (La Coruña, 1952) se desplaza esta vez hacia el libro de viajes o al cuaderno de lecturas. La temática, por otra parte es amplísima, parece no haber objeto que no suscite el interés del autor; del cementerio protestante de Roma a la Postdammer Strasse de Berlín, del desierto Sirio a las Torres del Silencio de Bombay, de la Casa de las Fuentes de San Petersburgo a la Rua Gonçalves Dias de Petrópolis, la mirada del autor se dispara, inquieta, a la búsqueda permanente de un estímulo, pues si algo se le debe apropiar a esta mirada es su sensualidad intelectual, su afán incansable de saber todo, de ver todo, de ser excitado y salvado por lo otro.
Curiosamente la gran mayoría de estos lugares en los que se "calma el dolor" son italianos, una cultura que Molina resuelve con un conocimiento del terreno abrumador en el que muy rara vez hace aparición él mismo como personaje. A diferencia de otros autores de viajes, Molina prefiere aquí un transparente segundo plano en el que va dando datos y relatando historias, salpicándolas levemente con opiniones personales. Sólo por el trabajo de documentación que requieren capítulos como los cinco que dedica a Trieste (y que hacen recordar el maravilloso Trieste de Magris), merecería la pena leer este libro, pero es que además el autor se revela como un lector atentísimo.
Lugares donde se calma el dolor es un libro humanístico en el sentido más clásico de la palabra, el libro de un erudito viajero, que ha hecho de su capa un sayo y ha ascendido a la montaña para narrar también el cansancio de subir al Vesubio. Junto a la voz narradora aparece de cuando en cuando el personaje conmovedor de Laura, la joven hija, que es en parte la referencia de la vida que se va abriendo lentamente a la inteligencia y el contrapunto de la voz madura del narrador: "Este silencio me inquieta porque es como si estuviésemos ya en la ultratumba".