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El objeto y el aura. (Des)orden visual del arte contemporáneo
Juan Antonio Ramírez
29 enero, 2010 01:00El dinero, según los Chapman
Libro singular éste que comentamos, precisamente por esas circunstancias fatales, pero también porque ha de sorprender en nuestro contexto cultural. Personalidad polifacética, Ramírez poseía un amplio registro intelectual y una fina sensibilidad para el arte contemporáneo, por lo que abrió éste a múltiples horizontes. Recordemos, por ejemplo, sus intereses por el cómic o la cultura de masas. Y decíamos que este libro ha de sorprender porque, de una manera implícita, reivindica la historia del arte, una disciplina, hoy por hoy, desprestigiada y ausente de los debates contemporáneos.
¿Hay alguna relación entre La batalla de San Romano (c. 1456) de Paolo Ucello y Warhol?, ¿entre el Retrato de Luca Pacioli (c. 1495) e Ignasi Abellí?, ¿entre taraceas del siglo XV y Manzoni? El atrevimiento y lucidez de Ramírez consiste en hacerse precisamente estas preguntas. Hemos aprendido a concebir el arte contemporáneo como una ruptura con la historia y la tradición, como un avance constante a la búsqueda de la novedad. La aportación de Ramírez consiste en invertir la ecuación, en replantearse esta imagen de la vanguardia como un salto en el vacío y sin memoria. Su libro nos hace tomar conciencia de los tópicos tácitos y los "tics" intelectuales que perduran en nuestra aproximación al arte contemporáneo.
El libro consiste en seis capítulos independientes. En cinco de ellos se plantean problemas que han pivotado desde siempre sobre la historia del arte: el primero, es la perspectiva y su crisis o evolución; el segundo, el movimiento en las artes visuales; el tercero, el primitivismo; el cuarto, el mundo del objeto, cuyos orígenes se sitúan en los cuerpos geométricos y los bodegones; el quinto, el suelo, que se inicia con las representaciones en perspectiva de pavimentos y techos. Todos los capítulos descritos arrancan en el Renacimiento, excepto el que versa sobre el primitivismo, que se inicia en el siglo XIX. El último epígrafe, "Aura: el regreso", que no hemos mencionado hasta ahora, propone una relectura muy creativa de Walter Benjamin, en la que se relaciona teosofía y fotografía.
A partir de estos temas, Ramírez construye unos relatos utilizando los procedimientos propios y tradicionales del historiador del arte: la interpretación de los textos, el diálogo con la obra, la lectura iconográfica y, naturalmente, una noción amplia de cultura que integra y relaciona la misma historia del arte. Acaso más que de relatos, tendríamos que hablar de microrrelatos, pues planteada una cuestión artística o un motivo, el autor traza un hilo argumental, una secuencia que llega hasta el arte estrictamente contemporáneo. De algún modo, la exploración de lo contemporáneo contribuye a comprender la historia y viceversa.
Juan Antonio Ramírez posee un ingenio y una agudeza en sus interpretaciones que siempre sorprende. Es difícil explicar las razones de su sana actitud de revisar principios hasta entonces no cuestionados y de su habilidad para proponer nuevas perspectivas. Acaso sea consecuencia de una sensibilidad posmoderna que le atribuye una especial capacidad crítica y de síntesis. Tejer, como hace Ramírez, unas relaciones que parecían inauditas y hacerlas no solo verosímiles, sino también justificarlas, requiere inventiva. Hay algo de juego, entendiendo el juego como creación, como construcción de un discurso. En todo caso, su escritura ágil posee una singular capacidad de seducción. Y sobre todo, en él hay un mensaje dirigido a las jóvenes generaciones: la necesidad de reescribir la historia, de interpretar el arte al margen de los esquemas y lugares comunes.