Ana de Austria pintada por Rubens en 1625.

Para los amantes de los libros, el valor de éstos radica esencialmente en su contenido, lo que no implica que desprecien la edición. Bien al contrario, la mayoría estima la calidad y la belleza editorial, especialmente importante para la reproducción de imágenes. Los libros valiosos tanto por el contenido como por la forma son obviamente los más apreciados, lo que explica el éxito de las publicaciones del Centro de Estudios Europa Hispánica, y en especial la colección sobre los Austrias cuyo cuarto título es el dedicado a Ana de Austria, un libro bueno y bello, que cuenta con numerosas reproducciones.

Hija mayor de Felipe III, esta infanta de España nacida en 1601 durante la estancia de la corte en Valladolid, se convertiría a los 14 años en reina de Francia como consecuencia del doble matrimonio estipulado entre ambas coronas. Su vida en la corte francesa (1615-1666) fue ciertamente complicada. A los recelos derivados de su origen español -especialmente intensos por la rivalidad entre ambas monarquías- se sumaron el escaso aprecio de su marido, Luis XIII, así como las duras pugnas y rivalidades políticas, el protagonismo de su suegra María de Médicis, la consolidación del poder de Richelieu o -no menos importante- la marginación progresiva que supusieron para ella los 23 años que tardó en dar a luz al futuro Luis XIV, en que llegó incluso a ser sospechosa de traición durante la guerra con España.

En 1643, la desaparición del rey la situó al frente de la regencia, por lo que su papel político cambió. Contó siempre con la ayuda inestimable del cardenal Mazarino, pero hubo de superar la compleja revuelta de la Fronda (1648-1653), que constituyó la mayor crisis de la historia moderna de Francia antes de la revolución. Su apoyo decidido al cardenal tuvo éxito al cabo, y la reina mantuvo un importante papel político hasta la muerte de Mazarino y la toma de poder efectiva por Luis XIV, en 1661. Ana de Austria contribuyó de forma importante a consolidar el poder real en el periodo de imposición del absolutismo francés, que culminaría en el largo reinado de su hijo. La reina fue víctima de la misoginia implícita en la incapacidad de asociar lo político y lo femenino sin vinculaciones amorosas e incluso sexuales. La imagen de sus amores fuera del matrimonio, procedente de algunos memorialistas y difundida por Alejandro Dumas, se corresponde con las valoraciones de notorios historiadores del siglo XIX sobre sus relaciones con Buckingham, Mazarino o las dudas sobre el padre de Luis XIV. Un grupo de especialistas se acerca a su personalidad y actuación, desde su infancia y educación en la corte española (María José Del Río Barredo), al análisis de su Casa (Mathieu Da Vinha) y los extranjeros de su entorno (Del Río Barredo-Jean François Dubost), los retratos y representaciones artísticas que se hicieron de ella (Barbara Gaehtgens), su relación con las artes (Alain Mérot), sus muebles y objetos personales (Patrick Michel) o su mecenazgo artístico en París, en el que destaca el patronazgo de la abadía de Val-de-Grâce (Alexandre Gady). Más directamente relacionados con la política y la imagen de la reina son los estudios sobre sus relaciones con el partido Devoto (Joseph Bergin), el dedicado a los juicios sobre ella de los memorialistas de su tiempo (Laurent Avezou), el estudio de conjunto de su reinado (Jean-François Dubost), o el de la coordinadora del libro, Chantal Grell, sobre la imagen de la reina en los siglos posteriores, significativamente titulado "Ana de Austria y sus jueces".

Nos encontramos, en conjunto, ante un libro valioso en el fondo y en la forma, que muestra la importancia personal e histórica de una mujer de la familia Habsburgo, que vivió entre España y Francia y que acabaría siendo decisiva para las reivindicaciones de Luis XIV, que en 1700 llevaron al trono de España a la Casa de Borbón.