Image: El nacimiento del mundo moderno

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Ensayo

El nacimiento del mundo moderno

Christopher A. Bayly

17 septiembre, 2010 02:00

Fotograma de Tiempos modernos (1936)

Siglo XXI. Madrid, 2010. 700 páginas. 35 euros


Este libro trae a los lectores españoles, seis años después de su publicación, una obra maestra de la historiografía más reciente y una pieza clave para ilustrar cómo ha cambiado nuestra comprensión de la historia del mundo contemporáneo en los últimos tiempos. Bien es verdad que se trata de un libro que exige un cierto esfuerzo por parte de esos lectores, tanto por su extensión como por la densidad de su contenido, en el que se busca integrar, en esa visión del pasado más reciente, sociedades y situaciones que, hasta ahora, habían atraído en menor medida la atención de los historiadores.

El autor, sir Christopher Bayly (Tunbridge Wells, Reino Unido, 1945), profesor de Historia Imperial y Naval -el título no deja de ser significativo- en la Universidad de Cambridge, comenzó a trabajar, a principios de los años setenta, en la historia del norte de la India y forma parte del grupo de historiadores -muchos de ellos relacionados con esa universidad inglesa- que renovaron en aquellos años la historia colonial británica y la alejaron definitivamente del eurocentrismo y de los valores victorianos que habían predominado hasta entonces.

Para cumplir su objetivo, Bayly pone en juego un extraordinario despliegue erudito, con referencias bibliográficas muy dispares, pero puestas al servicio de la construcción de una verdadera imagen planetaria de lo que pueden considerarse rasgos comunes de la evolución de la Humanidad entre los años finales del siglo XVIII y el año 1914, marcado por el comienzo de la Primera Guerra Mundial y, con ella, por el derrumbamiento de todo un conjunto de sistemas políticos y de valores sociales. Esa fecha final habría sido, para muchos historiadores, la que marcara el final de la hegemonía europea, pero Bayly invierte la perspectiva y nos sitúa en el escenario de un mundo extraeuropeo que también condiciona considerablemente la marcha de los asuntos mundiales. De hecho, el autor parte de la idea de que, en los compases iniciales de su estudio, ya existía una tendencia hacia la uniformización que puede ser considerada como una base para hacer inteligible el cuadro general que aquí se ofrece.

En su empeño de realizar una verdadera historia mundial, el autor describe un mundo que no mira sólo al occidente europeo sino que, en función de los diversos procesos que analiza, permite la localización de otros centros decisivos para la comprensión de esos fenómenos. De esa manera, no sólo la India y China, sino también algunas sociedades africanas adquieren un sorprendente protagonismo en este estudio. Un enfoque global que da sentido a las palabras de Napoleón, cuando afirmó que la batalla de Waterloo se había perdido en la India.

Esa perspectiva mundial, en todo caso, no excluye la aceptación de una cierta jerarquía entre los diversos núcleos de decisión y el autor utiliza la estrategia de comparar fenómenos ya conocidos en los países occidentales y buscar analogías y diferencias con lo que ocurría en otras sociedades, especialmente de Asia y de África.

Aunque el autor del libro maneja una bibliografía masiva no deja de percibirse, y no deja de ser lógico, una mayor familiaridad con las sociedades relacionadas con lo que fue el Imperio británico mientras que otras zonas del planeta, entre ellas la América hispana, reciben un tratamiento mucho más somero y, en cierto modo, quedan un tanto marginadas del escenario global que se intenta ofrecer al lector.

El largo periodo que aborda este estudio se ordena, desde el punto en cuatro grandes periodos que tienen como fechas de referencia las de 1815 -cuando Europa llega al final de los grandes conflictos revolucionarios-, la década que se inicia en 1860 con la plenitud de los nacionalismos y la gran aceleración que se experimenta desde 1890.

Un empeño de este tipo se traduce, además, en un trabajo de edición realmente singular que empieza por una traducción muy cuidada aunque el enorme despliegue erudito juegue alguna mala pasada al traductor, como puede ser la de la referencia al episodio del "Batavia" (p. 18), que este comentarista pudo detectar de una forma un tanto casual. Por otra parte, la utilización de imágenes, y su desarrollo en el texto, se convierten en un instrumento de primera importancia en un libro que justifica sobradamente el calificativo de obra maestra que algunos destacados especialistas han adjudicado a este ambicioso estudio del profesor Bayly.