Image: El enigma cuántico

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Ensayo

El enigma cuántico

Bruce Rosenblum y Fred Kuttner

1 octubre, 2010 02:00

Centre For Quantum Technologies, Singapur

Trad. de A. García Leal. Tusquets, 2010. 257 pp. 19 e.


Newton nos legó la visión mecanicista del mundo -lo que hoy llamamos física clásica- que sigue conformando una concepción ajustada, parece, al sentido común. Los objetos mate- riales le obedecían y se había supuesto que también los átomos, aunque se resistían algunos "detalles". Luego se comprobó que, escarbando en cualquier fenómeno natural, se acaba por tropezar con la mecánica cuántica que opone la aleatroriedad última de la naturaleza a aquel determinismo de la física clásica, la cual pasaba ya a ser una buena aproximación para el comportamiento de objetos mucho mayores que los átomos.

Es un cambio de paradigma que los autores se esmeren en hacer comprensible, incluso mediante ejemplos que casi parecen juegos de manos. Porque hay que explicar el hecho, no fácil de intuir, de que la realidad del mundo físico depende de la intrusión de un observador consciente. Los átomos y las moléculas no están en ninguna parte hasta que nuestra observación los crea; y esta observación de un objeto puede además influir instantáneamente en el comportamiento del otro, sin que estén ambos conectados por ninguna fuerza física.

No es raro que los físicos, instruídos en el uso de la teoría y no en su significado, vieran las implicaciones misteriosas de la mecánica cuántica como "acciones fantasmales" que cuestionaban la existencia del mundo real. Claro que el papel de la ciencia, se decía, es predecir los resultados de las observaciones más que discutir sobre una realidad última; y puesto que la teoría cuántica funcionaba a la perfección, no hacía predicciones equivocadas y abundaba en aplicaciones prácticas, ¿qué importaba que los átomos carecieran de realidad física antes de ser observados? "Los físicos de a pie no tenían tiempo para entretenerse en cuestiones meramente filosóficas".

Pero a mediados del siglo XX, con el teorema de Bell, resultó que sí, que existían acciones fantasmales y conexiones entre objetos separados. El lector puede seguir aquí una minuciosa explicación de este enigma, la llamada "interpretación de Copenhague", ejemplo del encuentro de la física y la conciencia que podría que podría hasta poner en entredicho el libre albedrío. Realmente el estudio de la conciencia no forma parte de la física clásica, que niega cualquier contacto con asuntos distintos de los fenómenos naturales comprobables por modelos bien especificados , pero la física cuántica niega esa negación, su significado profundo es objeto de creciente debate y se acepta que cualquier interpretación de la mecánica cuántica involucra a la conciencia. Ese encuentro con ella, demostrado en el dominio de lo muy pequeño, se aplica en principio a todo, que puede ser el Universo entero. El libro no pretende resolver el enigma -"las cuestiones que plantea son más profundas que cualquier respuesta que podamos proponer en serio"- pero no cabe dudar que con un lenguaje asequible y llano aborda problemas tan misteriosos como sugestivos.

Los mismos, al fin y al cabo, que enfrentaron, por ejemplo, a Bohr y a Einstein. Nuestros autores parecen simpatizar con el primero al inventar un lugar de tecnología mágica que admite el enigma cuántico con objetivos grandes en vez de átomos y que se llama Eug Ahne Poc. En una primera ojeada pensé que era un juego de letras, uno más, que aludía a Edgar Allan Poe. ¡Pero qué va! No es sino Copenhage escrito al revés.