La quimera del autómata matemático
Víctor Guijarro y Leonor González
5 noviembre, 2010 01:00La máquina de Babbage
En las primeras décadas del siglo XIX, cuando la revolución industrial empezaba a fabricar grandes máquinas y a familiarizar a la gente con espectáculos de autómatas, las máquinas de calcular estaban en una fase de ensayo. Y aquí entran los desvelos de Babbage por introducir una nueva tecnología que relacionase su "autómata matemático" con las facultades propias de la mente humana. Él sí invita a sus exhibiciones pero sólo a personas de "inteligencia, belleza o categoría", tales como Dickens, Darwin o la misma hija de Byron, Ada Lovelace, "que muy probablemente reunía las tres condiciones y se convertiría en fiel amiga y colaboradora". Los autores nos dan una descripción detallada y gráficas de las máquinas de Babbage y del modo como operan. Saliéndose de las líneas antes existentes, son ingenios que no computan sino que calculan y se basan en principios complejos y fiables con mecanismos de coordinación y control. Aunque estas máquinas son capaces de convertir procesos mentales en mecánicos, no provocaron suspicacias de orden ético de hasta qué punto podían pensar por sí mismas. Y sólo desarrollaban un tipo de cálculo matemático que no dejaba de ser una tarea rutinaria, complementaria pero no sustitutiva del intelecto.
Después -hasta hoy y continuará- hay una densa historia que aquí sólo se menciona. Si los autores acometieran su narración, les deseamos que les salga tan clara y bien expuesta, tan trabajada y completa como la que ahora nos han brindado.