Image: El gran diseño

Image: El gran diseño

Ensayo

El gran diseño

Stephen Hawking y Leonard Mlodinow

12 noviembre, 2010 01:00

Stephen Hawking. Foto: NASA

Traducción de David Jou. Crítica. Barcelona, 2010. 138 páginas, 24'90 euros


Si hay alguien de quien fuera razonable esperar que creyera en los milagros éste debería ser Stephen Hawking. No sólo por el verdadero milagro que supone su importante actividad científica en condiciones muy adversas sino por algo igualmente milagroso como es su capacidad para convertir en best sellers libros difícilmente compresibles para quien carezca de un serio entrenamiento técnico en Física Teórica. El libro que nos ocupa, combinando ciencia establecida y especulación, consigue pergeñar un relato del que se deriva una visión casi completa de la Naturaleza y desde la cual Hawking intenta dar respuesta a preguntas como ¿por qué hay algo y no nada?, o ¿es Dios necesario?

Esta modalidad de ensayo hawkiniano tiende a generar en el lector medio un estado de perplejidad . Se entiende la pregunta pero se ignora el sentido de la respuesta cuya comprensión exige un instrumental solo accessible al iniciado. Dicho lo anterior, debo confesar que Hawking está con estos libros comenzando una manera bastante personal de hacer de la especulación científica un arma de uso filosófico.

A lo largo de la historia del pensamiento humano ha habido muchos intentos de demostrar la existencia de Dios. Entre estos argumentos hay un tipo particular conocido como argumento cosmológico en el que partiendo de la constatación de algún aspecto del universo se concluye, sobre la base de principios generales, la necesaria existencia de un Dios, ya sea como primer motor, causa primera, o como gran diseñador . Es a este tipo de argumentos a los que Hawking dedica su atención, concluyendo que Dios es una hipótesis innecesaria si abrazamos la visión que de la Cosmología nos da la llamada teoría M. La perplejidad del lector nace de su total desconocimiento de que pueda ser la teoría M, y el sutil engaño del autor radica en que él tampoco sabe, como le ocurre a toda la comunidad científica, qué pueda ser la teoría M. Pero Hawking, que ciertamente no tiene un pelo de tonto, es perfectamente consciente de este hecho y hará de la necesidad virtud invocando un principio epistemológico, denominado por los autores "realismo dependiente de modelo". Desde esta perspectiva, la realidad se difumina en un mosaico de versiones o modelos, cada uno de ellos útiles en determinadas circunstancias. Este nuevo concepto de realidad exige una nueva modalidad de teoría científica constituida como un conjunto de versiones complementarias. Para Hawking ésta es la esencia de la teoría M y el resultado epistemológico ineludible cuando extendemos la mecánica cuántica al universo como un todo.

La creación ex nihilo de universos sin necesidad de invocar causas primeras requiere la acertada combinación de dos ingredientes, gravedad y mecánica cuántica. Aunque quizás nadie dude de que éstos son los ingredientes no conocemos aún cuál es la receta ni cuántos platos-universos distintos podemos cocinar con estos ingredientes. La teoría M es una especie de inmenso libro de cocina cosmológica que nos ofrece algo así como 10000…. (con aquí 500 ceros ) platos-universos distintos. Esta caótica cocina cosmológica no tiene un Dios cocinero, algo que seguramente habríamos fácilmente descubierto si fuéramos los comensales y viéramos salir del horno tanto un magnífico estofado como un plato de piedras de silice con salsa de carbono. La razón por la que no hemos caído en la cuenta y seguimos empecinados en inventarnos un cocinero es porque solo tenemos acceso a un plato, nuestro estofado favorito -nuestro universo-, y no podemos por menos que pensar que tan delicioso manjar debe ser obra de un gran cocinero. La raiz de nuestro error radica en no darnos cuenta de que lo único especial de nuestro universo-estofado, dentro del inmenso menú de la teoría M, menú que recibe el nombre técnico de multiverso, es ser el único plato que podemos comer. Pero, y aquí se esconde la enseñanza epistemo- lógica de este libro -en mi opinión su principal novedad- este hecho o si se quiere nuestra observacion del universo -nuestro gusto por el estofado- no aporta a nuestro universo propiedad adicional intrínsica alguna. Pero al no existir tal propiedad podemos prescindir del cocinero.

Resumiendo diría que este libro es un intento interesante de extender la vieja epistemología empirista al marco de la cosmología cuántica. Una pirueta intelectual interesante que se presenta engañosamente vestida de corderito divulgador.