Inédito (o casi). La palabra talismán de los editores para combatir la crisis
Charles Dickens
Son los últimos reclamos para retar al best seller o al premiado de turno y conquistar un lugar bajo el sol de las librerías y del lector. Inédito. Desconocido. Rescatado. Las editoriales más pequeñas, ésas que felizmente se siguen multiplicando en tiempos de crisis, lanzan cada mes decenas de libros inéditos (o casi) y se aferran a nuevas traducciones de clásicos para sobrevivir. Los sellos grandes y medianos recuperan obras descatalogadas, renuevan versiones, e incluso añaden a lo conocido textos menores o simples borradores... Todo vale, medias verdades o exageraciones incluidas, mientras la vida de las novedades se acorta en librerías y un puñado de editores letraheridos, valientes o desesperados, lucha por rentabilizar obras maestras sepultadas desde hace demasiado tiempo bajo escombros de libros de consumo inmediato.
Parece mentira, pero sólo hace diez años una novedad literaria podía pasar varios meses en las librerías antes de ser devuelta a los chiqueros de su editorial: hoy es raro el libro que sobrevive más de tres semanas en mesas y estanterías, si tiene la suerte de que el librero pueda soportar el aluvión de envíos.
No exageramos: el viernes pasado en facebook se podía leer en “Libreros que ocultan preciosa información después de haber sido maltratados” esta entrada: “Llegar a la librería: constatar que podría ser declarada como regiones devastadas por la Unesco por la innúmera cantidad de cajas de libros que hay por doquier: estallar en sollozos...” Sólo parece haber sitio para los best sellers, aunque cada vez son más las editoriales que apuestan por los clásicos, reinventados, recuperados o de nueva planta, que no necesitan vestirse de inéditos obligatoriamente, aunque a menudo parezca imprescindible esa etiqueta para lograr el éxito.
La nueva tienda de Dickens
El último caso (por ahora) es La tienda de antigüedades, una novela de juventud de Charles Dickens que estos días lanza Nocturna Ediciones con esta faja promocional: “Una de las más famosas novelas de Dickens hasta ahora desconocida en España”. En realidad, no lo es tanto: publicada por entregas hace cuarenta años, se ha editado también como Almacén de antigüedades (Bruguera, 1970; Sol, 2001; Edimat, 2006) y como La vieja tienda de curiosidades. Con el título con el que reaparece ahora han visto la luz versiones abreviadas en Planeta, Bruguera, Ediciones B o Edebé. Y, sin embargo, esta nueva edición de una novela que su editor, Luis de la Peña, define como “bastante cervantina, un viaje de búsqueda y salvación”, será un descubrimiento para muchísimos lectores porque es la primera vez que aparece íntegra, con nueva traducción. Se trata, explica, de “un proyecto bastante reciente para lo que requiere una obra de este calado, de más de ochocientas páginas”. En la primavera del año pasado se embarcaron en el proyecto, en julio contrataron la nueva traducción, recibieron la versión definitiva a finales de 2010, “y desde entonces hemos realizado multitud de correcciones”, además de haber comprado las ilustraciones originales de la primera edición. “Ningún original de un autor contemporáneo nos ha supuesto tanto esfuerzo de todo tipo”, apostilla un De la Peña orgulloso y feliz. Sabe, eso sí, que para cubrir costes necesitará vender al menos 2.500 ejemplares de una edición inicial de 3.000, pero está seguro del éxito de su aventura.
¿El Nueva York de Pasolini?
Otro ejemplo reciente de libro inédito pero menos es Nueva York de Pier Paolo Pasolini (Errata Naturae). A simple vista, se trata de un ensayo sobre la Gran Manzana de un cineasta europeo muy poco convencional. Pues tampoco. Un prestigioso crítico y narrador que prefiere no dar su nombre lo define como “un poco frustrante, ya que el 95 por ciento del libro no tiene nada que ver con Nueva York. Es sencillamente una entrevista y un prólogo eterno”.
Por su parte, el editor de Errata, Rubén Hernández, defiende el libro: “son dos textos independientes, pero, estrechamente vinculados porque ambos son el resultado y el testimonio de sendos viajes de Pasolini a Nueva York en los últimos años de su vida. Nunca antes se habían publicado en España, ni por separado ni conjuntamente, y en este sentido no hay duda de que el volumen es un libro inédito. Otra cuestiónsería pensar cómo en ocasiones la palabra inédito es utilizada para otorgarle a un libro una plusvalía que lo haga más apetecible como mercancía”.
Pocos son los editores que esquivan ese reclamo del inédito, pero menos tienen la fortuna de Juan Casamayor, responsable de Páginas de Espuma, que a finales de abril publicará los Cuentos Completos de Miguel de Unamuno, con media docena de relatos inéditos (de nuevo casi). Lo son, pero en libro, porque la mayoría apareció en revistas y periódicos de la época. El principal reclamo será un inédito relacionado con la novela La Tía Tula que no es tal, como el propio editor reconoce, sino un borrador de un capítulo de la novela que, eso sí, jamás se publicó. Quienes llevan años trabajando en las Obras Completas del escritor bilbaíno niegan la mayor, sobre todo los que sí han conseguido hallar relatos inéditos después de años de investigaciones en bibliotecas y archivos familiares. Para todos los demás, se tratará, a no dudar, de un acontecimiento.
También Páginas de Espuma lanzó a finales del año pasado otro inédito espectacular, Diario de un escritor de Fiodor Dostoiesvki, con crónicas, artículos, críticas y apuntes inéditos del genio ruso. El responsable de la edición, Paul Viejo, reconoce en el mismo prólogo que el libro como tal “no existe”, que Dostoievski “jamás dio a la imprenta un libro titulado así, ni siquiera concibió la posibilidad de que como tal apareciera”, pero defiende que no se trata de la “recuperación póstuma de un trabajo olvidado en un cajón, como tampoco, sin más, de una invención editorial o del expurgo llevado a cabo por herederos sin escrúpulos”. El descomunal volumen, que roza las dos mil páginas, agavilla la obra periodística del autor de Crimen y Castigo, y no sus confesiones, pero el esfuerzo que ha supuesto para la editorial desmiente esa leyenda urbana que asegura que si ahora se publican tantos libros del XIX se debe a que ya no hay que pagar derechos de autor. En este caso, sólo la traducción, las revisiones de las mismas) y los costes de producción de un volumen de más de 1200 páginas superan con mucho lo que acostumbra a pagar la editorial a un autor novato.
Especializado en descubrir nuevas figuras del relato contemporáneo en español, Casamayor confirma que existe un interés real entre los lectores por estas recuperaciones de los clásicos del XIX, que son además “las que más interesan en los medios”, pero confirma que le preocupa “como editor comprometido con mi tiempo que haya una evidente desatención progresiva a lo que se está creando. Es una situación real: interesa más un seudoinédito de Flaubert que de un talentoso autor joven español”.
Inéditas pero menos son tambien bastantes de las nuevas ediciones de Juan Ramón Jiménez (1881-1958) , impenitente grafómano que reordenaba concienzudamente sus poemas en libros con títulos diversos y del que cada temporada aparece al menos un par de nuevos títulos de muy diverso calado, intención e interés. El último en ver la luz ha sido Arte menor (Linteo), que presenta como descubrimientos algunos poemas que ya aparecían en Libros inéditos de poesía, 1 (Aguilar), publicado en 1964 por Pedro Garfias, aunque, eso sí, con una nueva ordenación, pero con cuarenta y tres poemas desconocidos, de aire popular.
El secreto del éxito
En realidad, José Antonio Expósito, responsable del hallazgo, reconocía hace poco que sólo hay cinco textos originales: cuatro dedicatorias y un prólogo al libro que escribió el poeta, también bajo este título. Caballero Bonald ha llegado a dudar si el propio Juan Ramón hubiese salvado estos “borradores silvestres” pocos años después de escribirlos, aunque para los especialistas tengan interés por lo que desvelan de su evolución. Los admiradores del poeta, sin embargo, están de enhorabuena porque ya se anuncia para mayo otro inédito, con encendidos poemas eróticos de juventud. No será el último, dado el inmenso legado del poeta que se conserva en la Universidad de Río Piedras de Puerto Rico, un tesoro cuya integridad custodia con celo la familia de Juan Ramón.
Los editores agudizan el ingenio: hay quien, como Jaume Vallcorba, de Acantilado, ha encontrado un filón al recuperar clásicos descatalogados como Stefan Zweig, Joseph Roth, Ivo Andric, Strindberg, Ginzburg o Chateaubriand, cuyas Memorias de Ultratumba ha llegado a convertir en un bestseller, como los Ensayos de Montaigne. O como las memorias de Casanova, de la mano de ese editor ejemplar que es Jacobo Siruela y su Atalanta. <em>El manuscrito hallado en Zaragoza, de Poocki, se ha reeditado en varias ocasiones, siempre con la etiqueta indispensable de inédito. Como El rey mono, o Monogatari. También Alfaguara, Planeta, Espasa, Seix Barral o RBA recuperan cada mes a sus clásicos, ya sean relatos de Cortázar, Isak Dinesen, Fogwill, Faulkner, Ivo Andric, Singer o Sojolov, descatalogados en algunos casos, pero en otros simplemente cambiando una cubierta, el título, o la presentación. Todo vale, incluso publicar como obra de nuevo cuño lo que no es, como en el caso de Laura, de Nabokov, sino un borrador inacabado.
También sellos como Impedimenta han descubierto la manera de conquistar lectores: dentro de unos días la editorial que dirige Enrique Redel lanza Solaris, de Stanislaw Lem. Es la primera traducción directa del polaco, y según Redel, aunque “el texto que hasta ahora habíamos conocido de Solaris, traducido por Matilde Horne (la misma de El señor de los anillos), sonaba muy bien, y era de apariencia muy brillante, en esta nueva traducción de Joanna Orzechowska, hemos encontrado en el texto matices que en la versión del inglés no existían. Por puro respeto a Lem, teníamos la obligación de traducirlo de su lengua original. La traducción del polaco es más literaria, más cercana a lo que uno consideraría una novela realista, y no fantástica. Nos hemos llevado enormes sorpresas con la nueva versión, que esperamos que sea la definitiva”.
Falsos inéditos
Ya se trate de recuperaciones o seudohallazgos, nunca como hoy se han multiplicado los falsos inéditos: hay quien presenta una traducción desconocida de la primera versión de Robinson Crusoe, y quien aprovecha el centenario de un autor para publicar en sus Cuadernos secretos un par de relatos desconocidos... por su falta de interés. También existen varias versiones, todas supuestamente inéditas en castellano, de los artículos de Orwell sobre la guerra civil. Otras veces, como en el caso de Terenci Moix, se incluyen en su Biblioteca dos novelas policiacas desconocidas y alimenticias, Besaré tu cadáver y Han matado a una rubia, publicadas bajo el seudónimo de Ray Sorel en 1963 y 1964. O se lanzan como novedades textos tan conocidos como la Autobiografía de Bertrand Russell, publicada por Edhasa en 1991, sin que ahora la versión actual, de la misma editorial, mencione este dato, aprovechando, quizá, que el lector español es olvidadizo, e ignora lo que hicieron en el último medio siglo tantos editores memorables. Más ejemplos: en 2000 la editorial Caballo griego para la poesía publicó Cinco elegías españolas, de Luis Cernuda, aunque, en este caso, la novedad radicaba en que se trataba de versiones autógrafas inéditas. Y su contrario: Juego de cartas, de Max Aub, publicado en México en 1964 y que hasta 2010 no se había recuperado, era un secreto para el común de los lectores.
El problema surge cuando libreros, críticos y editores coinciden en afirmar que si se han multiplicado las pequeñas editoriales es porque rescatan supuestos inéditos, preferentemente del XIX, para no pagar derechos de autor. Luis de la Peña, de Nocturna, rechaza la acusación porque los costes de la la traducción, la producción e ilustración, superan, en el caso de su Dickens, lo que han pagado por otros títulos de autores contemporáneos. Mientras, editores como Redel no dudan en hablar de una “edad de oro” en lo que a la recuperación de clásicos modernos (autores en copyright), se refiere, ya que “afloran traducciones magníficas de libros del XX que no estaban en las librerías, o que en ocasiones ni siquiera estaban en castellano. A veces se trata de buques insignia de determinadas tradiciones literarias, y su lectura es apasionante (si no, no merecería la pena publicarlas)”. Y Mariam Womack, de Nevski, reconoce que es el dar a conocer a autores rusos de hace dos siglos, poco o nada conocidos (V. Garshin) o casi olvidados (Bulgákov), lo que les permite “emprender proyectos más ambiciosos y ganar lectores”. Responsable de una edición de cuentos inéditos del autor de El maestro y Margarita, Womack reconoce que uno sí estaba publicado, “pero es una versión primera. Con el escritor pasa eso, que reescribió muchos de sus cuentos y los publicó en varios sitios. Es complicado seguirle la pista a las varias versiones, para dar con la definitiva”. Y lo que queda.